JUDÍOS EN AL-ÁNDALUS. SU
MEDICINA
Juan-Bautista Gutiérrez
Aroca
Juan-Bautista Gutiérrez Aroca, Catedrático Facultad de Medicina Córdoba
Arte, Arqueologia e
Historia 2020 Vol 26 EN PRENSA
RESUMEN
La presencia de judíos en la Península Ibérica está
documentada al menos desde el s. I, aunque hay referencias de su presencia en
el Antiguo Testamento. A lo largo de las distintas épocas la situación de los judíos
ha sido muy desigual, desde una colaboración y un trato igualitario en época
romana, a persecuciones en la época visigoda. En la etapa musulmana con los
Omeyas y al principio de los reinos Taifas fue su Edad Dorada donde hubo
personalidades en todos los campos de la cultura, la ciencia y la medicina, si
bien la mayoría se dedicaba al comercio y la banca. Con la llegada de ,los
Almohades tuvieron que marcharse a los reinos cristianos y allí terminaron haciéndose
cargo de la administración de los estados recaudación de los impuestos y como
prestamistas, consiguiendo un poder social que tendría fatales consecuencias.
Como ejemplos de personalidades tenemos a: Moisés ibn Ezra como poeta, Benjamín de Tudela viajero y geógrafo, Moisés Sefardí
astrólogo y médico, Moisés de León cabalista o médicos como: Isaac Judeo, Hasday
ibn Shaprut además de diplomático, hombre de estado, o el genial Maimónides
que también con su filosofía y teología llego a ser una de las personalidades
de la edad media.
Palabras Clave: Judío, Sefarad, Península Ibérica, Edad
Dorada, Persecuciones, Medicina Sefardí, Almohades, Administradores, Recaudadores,
Prestamistas.
SUMMARY
The presence of Jews
in the Iberian Peninsula is documented at least from the s. I, although there
are references to his presence in the Old Testament. Throughout the different
periods the situation of the Jews has been very unequal, from a collaboration and
an equal treatment in Roman times, to persecutions in the Visigoth period. In
the Muslim period with the Umayyads and at the beginning of the Taifa kingdoms,
it was their Golden Age where there were personalities in all fields of
culture, science and medicine, although most of them were engaged in commerce
and banking. With the arrival of, the Almohades had to go to the Christian
kingdoms and there ended up taking charge of the administration of the states
collecting taxes and as lenders, getting a social power that would have fatal
consequences.
As examples of
personalities we have: Moisés ibn Ezra as a poet, Benjamín de Tudela, traveler
and geographer, Moisés Sefardí astrologer and doctor, Moisés de León Kabbalist
or doctors such as: Isaac Judeo, Hasday ibn Shaprut as well as diplomat,
statesman, or the great Maimonides who also with his philosophy and theology
became one of the personalities of the middle ages.
Key words: Jew,
Sepharad, Iberian Peninsula, Golden Age, Persecutions, Sephardic Medicine, Almohades,
Administrators, Collectors, Lenders.
I-LLEGADA DE LOS JUDÍOS
A LA PENÍNSULA IBÉRICA
Tradición / Entre la
Leyenda y la Historia
Los investigadores más recientes están de
acuerdo en considerar que los testimonios sobre la presencia judía en Hispania
antes de Cristo y en los primeros siglos del Imperio Romano son confusos y poco
fiables. Los judíos españoles medievales forjaron leyendas diversas asegurando
que sus familias se habían asentado en la Península Ibérica siglos antes de
Cristo con la intención, probablemente, no sólo de darse importancia
genealógica, sino de exculpar a sus antepasados de cualquier asociación con los
asesinos de Jesús, el Mesías cristiano.
Existen referencias que parecen confirmar
esta presencia como, en el libro 1º de los Reyes, se afirma que las
naves de Salomón comerciaban conjuntamente con las del Rey Jiram de Tiro
(Fenicia). Se podría suponer que algunos hebreos se asentaran junto con los
fenicios en las costas de la Península. Sobre todo, cuando en la biblia se
habla de comercio con Tarsis, se interpreta como alusiones a Tartessos, la
próspera región comercial del sur de Iberia. También se habla de “los
deportados de Jerusalén que están en Sefarad heredarán las ciudades del Négueb”
fue entendido desde la Edad Media como una alusión clara a una llegada de
judíos a Hispania -ya que Sefarad es el nombre judío de la Península- desde la
época del destierro de Nabucodonosor, seis siglos antes de Cristo. Ahora bien,
en la actualidad hay dudas de que esos topónimos tan evidentes, se refieran a
la Península y no a otros lugares. Por tanto, sólo puede afirmarse que quizás
vinieran mercaderes hebreos a la península junto con los fenicios desde varios
siglos antes de la era cristiana.
Basándose en dos pasajes de Estrabón (el
geógrafo del s. I a.C.) y de Flavio Josefo (historiador judío del s. I d.C.),
que mencionan la gran expansión de la diáspora judía (No es fácil encontrar
un lugar en el mundo habitado -dice Estrabón- que no haya recibido a
este pueblo, y no haya sido dominado por él. Pero la primera llegada
significativa se produjo tras la destrucción de Jerusalén por Tito en el s. I y
el forzado exilio de 50.000 personas que se establecieron en ciudades del sur
de la Península). Los historiadores modernos sostienen como muy fiable la
presencia de judíos en España antes del s. II-I de nuestra era. Parece, además,
que Judas Macabeo en el s. II a.C. pudo tener noticias de las conquistas y
andanzas de los romanos en Hispania, por correspondencia desde la Península.
Fig. 1 Expulsión de Judíos de Palestina.
Por la gran extensión de la judería en el
Norte de África desde época Helenística (s. III a.C. en adelante) parece lógico
pensar el salto de algunos hebreos hacia la: próspera Bética. La derrota de los
judíos en Palestina a manos de Pompeyo (63 a.C.) (Fig. 1.) y Tito (70 d.C.),
(Fig. 2) con las dos tomas de Jerusalén y devastación del país, debieron
arrojar muchos judíos fuera de Palestina, y pudo ser que diversas familias se
asentaron en el occidente hispano.
Fig. 2 Conquista romana, Relieve en el Arco de Tito en
Roma.
Fuera del campo de las hipótesis conocemos
con certeza el deseo de S. Pablo de venir a predicar el evangelio a Hispania
(Rom. 15,24. 28). Como el apóstol comenzaba siempre su misión entre los judíos,
ello permite suponer con absoluta seguridad que en el s. I d.C. había en la
Península importantes asentamientos judíos, tanto como para justificar un viaje
de S. Pablo. (1)
II-SITUACIÓN DEL PUEBLO
JUDÍO EN LAS DISTINTAS ÉPOCAS
Judíos en Época Romana
Ahora bien, tenemos que esperar hasta el
S.II de nuestra era para encontrar un dato absolutamente seguro sobre una
familia de origen palestino habitante en Hispania. Se trata de un epitafio de
Mérida de un cierto Justino.
Para el s. IV de nuestra era tenemos
documentación sobre la existencia de una floreciente comunidad de judíos en
Hispania. Se trata de los cánones del Concilio de Elvira (cerca de Granada),
hacia los años 303-6), en los que se prohíbe, con penas de excomunión y otras
sanciones, que jóvenes cristianas contrajeron matrimonios con judíos, que éstos
bendijeron los frutos de la tierra propiedad de cristianos, y que miembros de
ambas comunidades se sentaran juntos en la misma mesa.
De estas disposiciones se deduce la
existencia en el s. IV de una comunidad fuerte de judíos en el sur de la
Península y, además, la realidad de un notable trato entre judíos y cristianos,
con peligro para estos últimos de ver infectada su fe por las opiniones de los
primeros.
Para el s. V (418) contamos con una carta
de Severo, obispo de Mallorca, que nos relata la conversión forzada de los
judíos de Menorca. En Mahón, y por instigación del obispo, debió estallar una
persecución contra los israelitas que desembocó en luchas callejeras. Los
cristianos quemaron la sinagoga y aprehendieron a los Judíos, que fueron
obligados a convertirse o emigrar. Abrumado por las presiones, el jefe de la
comunidad, Teodoro, abjuró del judaísmo y a él le siguieron unas quinientas
personas más. Estas noticias nos dan idea de que el grupo judío menorquino
debía ser próspero.
Sabemos que asentamientos judíos hubo por
toda la costa mediterránea desde Ampurias hasta Málaga, y que continuaban por
la costa atlántica hasta pasada Gades. En el interior hay documentación de
colonias judías para Lebrija, Sevilla, Carmona, Córdoba. En la Lusitania,
Mérida y Trujillo, y más al Norte Zaragoza, Cuenca, Ávila y Astorga. Ignoramos
qué clase de vida llevaban, pero si fuera cierto que una buena parte de estos
habitantes procedía de emigraciones forzadas desde el Norte de África, Italia o
Palestina hemos de suponer que su nivel de vida había de ser bajo por lo
general.
Con la conversión oficial del Imperio al
cristianismo por Constantino se promulgaron leyes que afectaron negativamente a
los judíos, haciéndolos ciudadanos de segunda clase. Perdieron su autonomía y
privilegios fiscales quedando sometidos al derecho romano, y no a su propia
legislación. En Hispania, como una provincia más del Imperio, le afectaron
estas leyes a la minoría hebrea. A pesar de todo puede decirse que existía un
cierto ambiente de tolerancia como lo demuestra el que hubo judíos que
alcanzaron altos cargos en la administración. (2)
Las Invasiones Bárbaras. El reino
Visigodo Arriano
Las invasiones de suevos, vándalos y
alanos a principios del s. V suponen para los habitantes de la Península una
época de calamidades, matanzas y epidemias que afectaron, naturalmente, también
a los judíos. Poco tiempo después, estos primeros invasores fueron empujados
hacia el Sur por la impetuosa entrada de los visigodos. Los nuevos invasores
eran una superestructura de nobles y militares que no afectó grandemente a la
organización social existente de los hispanorromanos. Preocupados, por sus
luchas intestinas, y por el deseo de asentarse firmemente, estos primeros
monarcas visigodos no se interesaron de modo especial por los judíos, hubo una
relativa tolerancia. Los visigodos eran arrianos y bastante tenían con
reafirmarse frente a la inmensa mayoría católica a la que gobernaban. En la
legislación, sin embargo, de estos primeros momentos del reino godo ya hay
algunas normas antijudías, como lo recoge en el código de Alarico II (484-507)
la exclusión de los judíos de los cargos públicos, Esta legislación antijudía
tenía como objetivo frenar el espíritu proselitista de los judíos y proteger,
de paso a los cristianos, lo que nos indica indirectamente la solidez de la comunidad
judía.
No consta que haya habido intolerancia
entre hispanojudíos e hispanorromanos. Con la llegada de los visigodos, la cosa
fue diferente. Los pueblos godos estaban orgullosos de su linaje y veían en las
leyes judías de la pureza de la sangre un antagonismo. Cuando abandonaron el
arrianismo y abrazaron el catolicismo (con Recaredo) se convirtieron en grandes
perseguidores del judaísmo; Sisebuto, a principios del siglo VII, decretó la
expulsión o la conversión; 90.000 se convirtieron y miles optaron por el exilio
a las Galias. Curiosamente fue la Iglesia la que tomó el papel de moderadora
durante este período, destacando San Isidoro, que se opuso con gran tenacidad a
la obligatoriedad de las conversiones. (3)
El reino Visigodo Católico. Su legislación antijudía
Esta situación de relativa tranquilidad
iba a cambiar sustancialmente con la conversión de los visigodos al
catolicismo. Tenía una motivación política de la necesidad de unión, frente a
una disparidad Lo que influiría necesariamente en el estatus político-jurídico
de los judíos.
Recaredo, convertido al catolicismo en el
589, vuelve a insistir en las prohibiciones ya conocidas: el desempeño de
cargos públicos, la posesión de esclavos cristianos por parte de judíos, además
de prohibir a los judíos casarse con, o tener concubinas cristianas, y bautizar
de inmediato a los hijos habidos en tales uniones.
En el 612, con el acceso al trono de
Sisebuto, se empeora notablemente la situación, impone por decreto a los judíos
la conversión al cristianismo, medida ésta que, curiosamente más tarde sería
rechazada por San Isidoro y el Concilio IV de Toledo (633). También decreta el
que los hijos de los conversos judaizantes fueran separados de sus padres y
educados en la fe católica, (Fig. 3). Bastantes judíos (90.000) aceptaron el
bautismo, pero otros muchos optaron por el destierro encaminándose a tierra de
los francos con lo que se ponían las bases para un futuro problema que
obsesionará a la Iglesia: el cripto-judaísmo: cristianos sólo de nombre que seguían
en su corazón siendo hebreos y practicando su antigua religión. Se extiende
también a los conversos la ya antigua prohibición de que los judíos ostentaran
cargos públicos, iniciando así la costumbre de discriminar políticamente
también a los ya convertidos. Comienza a ponerse la primera piedra de una
burocracia inquisitorial que siglos más tarde será el Santo Oficio.
El sucesor de Ervigio, Egica, se enfrenta,
hacia el 694, a una presunta conspiración de los judíos españoles, que
atentaban contra el reino. Los judíos de Hispania tramaban una conspiración
para sacudirse el yugo opresivo de los visigodos intentando recabar la ayuda,
no de los que luego serían los árabes invasores del 711, sino la de una tribu
bereber de religión judía del Magreb, los Yerawas, que hacía tiempo mantenían
en jaque a los árabes del Norte de África. Ante este peligro, Egica y los
Padres del XVII Concilio de Toledo decretaron medidas terribles: todos los
judíos, serían privados de la totalidad de sus bienes, sus familias serían desmembradas,
se los condenaba a perpetua esclavitud y se los dispersaba obligatoriamente por
todos los rincones del reino. Estas extremas medidas puede que no llegaran a
llevarse a cabo del todo, pues parece que el sucesor en el trono, Witiza,
moderó benevolentemente su cumplimiento.
Fig. 3 Asalto a una Judería.
Hubo una estrecha colaboración entre el
Trono y la Iglesia en este ámbito. Parece claro que no fueron motivaciones
socioeconómicas ni ansias de generar dinero fácil para el fisco, las que
sustentaron el antisemitismo de los reyes; la Hacienda pública no salía
especialmente beneficiada con las medidas. La actitud y comportamiento de los
reyes con respecto a los judíos, no dependía de lo que aportaran para su
elección como reyes.
Fueron los motivos religioso-políticos los
que impulsaron las medidas antijudías. Por un lado, eran la única
minoría religiosa que se oponía al esfuerzo unificador de la corona. Por otro,
la débil fe de muchos cristianos les hacía presa de la atracción por lo judío
cuando consideraban la existencia de una comunidad absolutamente convencida de
su fe. La Iglesia, se quedaría pues con el monopolio religioso, sin competencia
alguna si lograba incorporar a este colectivo.
No existía ninguna animosidad general del
pueblo respecto a ellos, lo que explica la necesidad de repetir una y otra vez
las mismas leyes antijudías que no debían acabar por cumplirse. La nobleza e
incluso el clero, mantenían buenas relaciones con los judíos y gustaban de
utilizar sus servicios. (4)
Los judíos en al-Ándalus emiral
Los últimos años del reinado visigodo se
caracterizaron por una gran inestabilidad social, y los judíos eran los chivos
expiatorios del malestar general. Por lo que no es de extrañar que los judíos
de Hispania, que respiraban una atmósfera de opresión, vieran en la llegada de
los musulmanes una solución a sus problemas, y acogieron con los brazos
abiertos a los árabes invasores, a partir del 711. Como un reguero de pólvora
avanzaban las huestes de los nuevos conquistadores y a medida que progresaban
hacia el Norte iban dejando en muchas ciudades a los judíos como guarnición con
la orden de mantener el control de lo conquistado, cooperando los hebreos con
los nuevos señores dando así rienda suelta a rencores del pasado. Para muchos,
los árabes eran el preludio de esa época de liberación mesiánica. Al principio,
los árabes respetaron y no impusieron ninguna restricción a las comunidades
judías; pero en el año 720 se les exigió que pagaran la dimma, un
impuesto por manifestar públicamente su religión, al igual que a los mozárabes
(cristianos).
Nuevas familias de judíos emigraron hacia
la Península, especialmente desde el Norte de África y el ámbito mediterráneo,
e incluso también de Siria y Palestina. Una vida plácida, sin especiales
persecuciones ni problemas, había sucedido a la anterior bajo la opresión
visigoda. Esta nueva situación duraría más de ocho generaciones y supone el
lapso de tiempo más prolongado que una diáspora judía conocida haya pasado sin
especiales problemas en toda su Historia; se la conoce como la Edad de Oro en
Sefarad (Fig. 4).
Fig. 4 Edad de Oro de los Judíos en
Sefarad.
En resumen, pues, y hasta la brillante
época que comienza en el s. X con Abderramán III, al-Nasir la pacífica
existencia de los judíos en la «España musulmana durante el reino de los Omeyas
debe entenderse, en opinión de Ashtor, como el resultado de la política
tolerante de la dinastía y de la actitud misma de los judíos. Eran éstos un
grupo leal al gobierno, un cuerpo étnico consolidado que no mantenía relaciones
secretas con elementos de fuera del Estado que pudiera preocupar a los
gobernantes. Los Omeyas necesitaban de tales gentes que dependieran
voluntariamente de ellos y les prestarán su apoyo.
Dentro de un bienestar generalizado los
judíos no habían llegado aún a especializarse en la banca y el comercio. Apenas
si habían podido adquirir tierras ya que éstas fueron repartidas, en grandes
latifundios, entre los nuevos señores árabes. Pero ya en el siglo IX las
continuas rebeliones internas, entre árabes y bereberes, produjeron los
necesarios cambios de dueño, con lo que accedieron a la tierra nuevos propietarios,
entre ellos judíos (Fig. 5).
En principio parece que fueron los judíos
quienes se ocuparon de ciertos menesteres artesanales molestos por los olores y
suciedad que les acompañaban, y que repugnaban a los árabes, tales como curtir
y teñir. Se iniciaban así una tradición que continuaría también durante toda la
Edad Media y cuyo recuerdo se conserva hoy en nombres de calles, por ejemplo,
en Sevilla: Plaza, de Curtidores y Zurradores· Calle de los Tintes. La famosa
artesanía de cueros en Córdoba.
Otra especialidad del sur de España eran
los talleres de seda, prácticamente era un monopolio en todo el mundo
occidental. Córdoba y Mérida fueron los dos centros más importantes de
producción. Entre los trabajadores de metales finos, plateros y joyeros, había
muchos judíos. Con ellos, judíos inmigrados orientales habían traído la técnica
y el gusto árabe y eran, por lo visto, los más apreciados por los pudientes
musulmanes.
Fig. 5
Judería Granada
El comercio fue adquiriendo más
importancia durante la época omeya. Fue en este siglo X cuando los
comerciantes judíos adquirieron ya un peso importante, con el comercio de la
seda, Hay escritos de intercambios comerciales en los que participaban judíos
con los reinos del Norte peninsular y con el sur de Francia. Dentro de la
Península ciudades tan distantes como Lucena y Barcelona mantenían continuo
contacto comercial y éste era fundamentalmente judío, pues la primera de estas
ciudades estaba casi únicamente habitada por hebreos.
A mediados y finales del s. IX un grupo de
mercaderes judíos, los Radanitas, no se sabe con exactitud si eran naturales
del sur de la Galia o de Hispania, probablemente lo primero, tenían rutas
comerciales que enlazaban todo el Mediterráneo, por tierra y por mar, e incluso
traían objetos de lujo y especias, desde la India y China así como por el Norte
de Europa. El comercio de esclavos, en concreto, a manos de judíos era también
próspero, procedían sobre todo de países eslavos.
En esta época de tranquilidad prosperó
también la vida religiosa judía en la Península. Ejemplares de tratados
talmúdicos que luego eran copiados y editados cuidadosamente, con grandísima
exactitud en la Península. Ya en el s. VIII comenzaban, en Andalucía sobre
todo, a funcionar modestas academias que se dedicaban al estudio de la Torá (la
Ley). Que el ambiente era elevado nos lo muestra la disputa literaria sobre el
verdadero Mesías que mantuvieron en Córdoba Pablo Álvaro, año 840-847, uno de
los líderes de los cristianos, y el rabino Eliezer. Los judíos españoles
reconocían, sin embargo, que los verdaderos expertos en temas religiosos se
hallaban en las Academias teológicas de la judería de Babilonia, a donde se
enviaban las consultas por escrito a los presidentes de estas academias.
Deseaban así recibir de ellos respuestas fundamentadas sobre las dificultades
jurídicas y bíblicas en que los expertos hispánicos no se habían atrevido a
pronunciarse.
Durante el s. IX creció y se fortaleció el
prestigio de la academia rabínica de Córdoba, tanto que empezaron a lloverle
directamente preguntas. Entre los eruditos judíos españoles del s. IX adquirió
fama Eleazar ben Samuel, natural de Lucena Durante los siglos XI y XII el
judaísmo en la España musulmana conoció sus años dorados. (5)
Los judíos en al-Ándalus califal
Los siglos XI y XII fueron para el
judaísmo en al-Ándalus (la Península musulmana) la edad de oro. Desde que
Abderramán I fundó el Emirato independiente de Damasco, Córdoba brilló con luz
propia en toda Europa y sus habitantes destacaron en las letras y en las
ciencias, teniendo una envidiable convivencia social.
Con la llegada de los almorávides y
después de los almohades, fueron sistemáticas las persecuciones tanto a judíos
y mozárabes. Aunque los almorávides pronto relajaron su fanatismo, el de los
almohades no cambió, y éstos obligaron a una conversión sin reservas a los
«infieles» que quisieran vivir en sus territorios, muchos no se convirtieron y
emigraron sobre todo a los reinos cristianos del norte. Aniquilaron comunidades
judías enteras, como la de Sevilla y la de Valencia, cuyos supervivientes
huyeron a Toledo, Cataluña y Francia. En el año 1148 el emir Abd al Mumín
expulsó a todos los hebreos de Al-Ándalus. La mayoría de estos expulsados se
dirigieron a Castilla, Alfonso VII los acogió favorablemente. En el reino
nazarí de Granada, desde 1230 a 1492 no hubo persecución contra los judíos, y
allí los que huían, de tierras árabes o cristianas, siempre encontraron
protección y pudieron reconstruir sus juderías y dedicarse al comercio, sobre todo.
(6)
Los judíos en la España cristiana
Los nacientes reinos cristianos del norte
peninsular se sentían los herederos del reino visigodo, y a las causas
visigodas antisemitas se sumó el hecho de que los judíos hubieran apoyado a los
invasores musulmanes, en el inicio de la conquista (S.VIII). Así pues, se
desmantelaron las sinagogas, se les confiscó todos los bienes y se los
persiguió a muerte.
A medida que fue avanzando la Reconquista,
el sentimiento antisemita se suavizó. Desde el siglo X, en las cartas pueblas y
fueros para la repoblación de los territorios conquistados gozaron de las
mismas consideraciones judíos, hispanocristianos y francos. Los primeros reyes
protectores fueron Alfonso I el Batallador (1105-1134), rey de Aragón, y
Alfonso VI de Castilla (1072-1109), el cual al tomar Toledo (1085) favoreció
tanto el desarrollo de la cultura hebraica como de la cristiana y mantuvo la
islámica: eran los pilares para el crisol de culturas que se mantendría
encendido durante varios siglos (Fig. 6). A partir de esta migración hacia los
reinos cristianos los judíos se especializaron en la administración del Estado
y las finanzas, para las que los cristianos no tenían formación alguna. Por eso
estuvieron protegidos por el rey.
Fig. 6 Recuerdo de
la Judería de Sepúlveda-Segovia
La organización social de la España
cristiana medieval enfrentaba a los cristianos villanos y plebeyos, con los
nobles e hidalgos. Los villanos eran gentes humildes que soportaban todo tipo
de vejaciones, y su odio lo canalizaron contra los judíos, favorecido por los
nobles, que se protegían contra la ira del populacho y daban rienda suelta a su
envidia por los favores que algunos judíos tenían del rey y que ellos
ambicionaban, por lo que el pueblo los odiaba.
En el siglo XIII irrumpe la Iglesia
tomando medidas contra las herejías. Era época de Cruzadas en Europa y los
hispanojudíos caen bajo sospecha. En el año 1239 se crea el tribunal de la
Inquisición, que en un principio sólo debía juzgar las desviaciones de la fe cristiana.
Aparecen las órdenes mendicantes, que se volcaron en la conversión de herejes.
A pesar del ambiente crispado los reyes
favorecieron a los judíos y así Alfonso VIII recibió una amonestación del papa
Inocencio III por su trato con los judíos y por no obligar a la comunidad
hebrea a que llevará el distintivo visible que marcó el Concilio Lateranense de
1215. También Fernando III de Castilla y Jaime I de Aragón son apercibidos por
los pontífices por conceder favores a los hebreos. Los monarcas tratan de
compaginar su fe y su obediencia al Papa sin renunciar a una población que
necesitaban y que, además, se había incrementado con la llegada de los que
habían huido del acoso almohade.
A finales del siglo XIV, el antisemitismo
estaba muy desarrollado, y en 1391 la oratoria del arcediano de Écija, Ferrán
Martínez, ocasionó un levantamiento popular en Sevilla contra los judíos que
durante tres meses se extendió por toda Andalucía, Valencia, Barcelona y
Baleares. Entonces se exigió la conversión o el exilio y la mayoría optó por la
conversión. Pero con la conversión no acababan los problemas. Muchos judíos
creyeron que podían compaginar su fe y costumbres con un comportamiento público
cristiano, y fueron atacados y perseguidos por herejes, hipócritas y traidores.
A éstos se les llamó judaizantes o marranos (7) y fueron perseguidos con más
saña. A pesar de esto, muchos siguieron gozando de la protección real y de la
de muchos nobles. Pero el pueblo no distingue entre judíos, judaizantes o
conversos y, dada la época de inestabilidad política del siglo XV, la presión
sobre la comunidad judía fue grande. En 1412 se promulga la pragmática de
Valladolid, que les prohíbe ejercer cargos públicos y profesiones, se suprimen
sus tribunales, se les prohíbe relacionarse con cristianos, se les obliga a
vivir en una zona apartada de la ciudad y llevar un distintivo visible. Estas
trabas hundieron a las comunidades hebreas y precipitaron una decadencia de la
que nunca consiguieron salir.
Con la llegada de los Reyes Católicos, los
hispanojudíos esperaban otro trato, ya que habían ayudado a la reina Isabel y
la abuela del rey Fernando procedía de una familia judía.
Pero en 1478 se crea el Tribunal del Santo
Oficio, cuya misión es controlar la fe de los conversos con el fin de acabar
con la «justicia popular». Los conversos tienen miedo de este tribunal y se
oponen formando una liga; la respuesta del tribunal fue quemar, en 1481, a
2.000 personas en Andalucía. Los conversos apelan al Papa, el cual hace constar
que no está satisfecho con el procedimiento empleado, y, en 1483, se nombra
como nuevo inquisidor general del Santo Oficio a un nieto de converso, fray
Tomás de Torquemada, que actuó en Aragón, Cataluña y Valencia. En el mismo 1483
son expulsados de Andalucía y en 1486 de Aragón.
El 31 de marzo de 1492, tras la toma de
Granada, donde además de la importante comunidad judía se habían refugiado en
los últimos años los que huían de los pogromos (De origen ruso, significa:
ataque acompañado de asesinatos y pillaje) de Castilla y Aragón, se publicó el
edicto de expulsión o conversión total, firmado por Torquemada (Fig. 7). No se
les permitía sacar ni oro ni plata. La cuestión económica la salvaron con
operaciones bancarias internacionales. La emigración se dirigió a Portugal, -el
contingente mayor-, África del Norte, Turquía, Italia y Rumanía. El balance
final de la intolerancia fue que unos 160.000 se exiliaron, 240.000 se
convirtieron y 50.000 fueron condenados, qué no muertos, durante el primer
medio siglo de Inquisición. (8) (9)
Fig. 7 Decreto de Expulsión
La organización judía en la España medieval
Siguiendo las leyes del Talmud,
practicaron desde su llegada una tendencia al aislamiento civil, organizándose
autónomamente en torno a la sinagoga (Fig. 8) y al rabino, la autoridad máxima:
era el gueto o judería la Aljama. Las comunidades judías, primero en la España
musulmana y después en la cristiana, crecieron y se desarrollaron, y puede
decirse que durante más de cuatro siglos consiguieron el mayor grado de
integración con la sociedad musulmana que haya tenido cualquier otra comunidad
judía en la diáspora. Ejercieron sus profesiones tradicionales del comercio y
el préstamo, pero también otras de gran relevancia social, como médico,
científico, filósofo y sabio, ocupando puestos en la administración pública,
como recaudadores de impuestos, secretarios, y algunos fueron visires, logrando
grandes influencias en la corte.
Así pues, gozaban de un buen status
social: tenían autonomía para gestionar sus impuestos, habían conseguido el
privilegio de juzgar procesos civiles y criminales entre sus miembros, los
artesanos y comerciantes habían creado gremios, y realizaban un sinfín de
labores intelectuales. Comunidades judías importantes hubo en toda la
Península, durante el emirato y califato la más importante fue la de Córdoba,
al estar en ella el centro del poder político. La existencia de cientos de
sinagogas en todas las regiones explica la magnitud de esta comunidad,
cementerios judíos y sus topónimos, como Montjuich (Barcelona) o Judizmendi
(Vitoria), también corroboran esta estimación, por no hablar de los barrios de
muchas ciudades, que todavía se conocen como juderías, en Córdoba, Granada,
Soria, Gerona, Toledo y tantas otras.(10)
Fig. 8 Sinagoga Córdoba
El antisemitismo español
El argumento antisemita español no es
diferente al que se ha esgrimido en otras partes del mundo. Para perseguir a
los judíos se apela a motivos religiosos, por ser responsables de la muerte de
Jesús; económicos, por usureros al ejercer la profesión del prestamista;
psicológicos, por soberbios al defender la pureza de sangre, y físicos, por
pertenecer a otra raza. En España se da un tratamiento diferente según sean las
comunidades moriscas y hebreas (Fig. 9). En las epidemias siempre se les culpó
de su origen. Una vez que fue decretada la expulsión de los moriscos (1611) el
problema islámico desapareció, mientras que con los judíos no sucedió igual.
Desde el siglo XVI al XVIII fueron muchos los conversos que pasaron por el
tribunal de la Inquisición, y el éxodo durante este período también fue
significativo. Muchos conversos serían judaizantes, pero se respetó a los
morabitos, místicos musulmanes que vivían apartados de la sociedad. Lo que
sucedía era que los moriscos convertidos eran labriegos, gente de poca
relevancia social, lo contrario de muchos conversos, judíos que en general
tenían una relevancia e influencia social y mantenían su cultura en la
intimidad, lo que demostraba su no sinceridad religiosa. Estas persecuciones
religiosas, como en otros lugares del mundo, encubrían una situación económica
intolerable y se utilizaban para desviar la ira de las capas populares
empobrecidas. (11)
Fig. 9 Judeoconversos-Hispanos
Los sefardíes
Sefarad era el nombre bíblico de
la península Ibérica, y de ahí el gentilicio de sefardíes. Más tarde,
sefardí pasó a designar a los judíos de la cuenca mediterránea, tuvieran o no
su origen en los exiliados de España y Portugal. Las familias hispanojudías
(Fig. 10) que marcharon a Portugal pronto tuvieron que abandonarla, ya que
también allí se decretó su expulsión en 1497. Los sefardíes siguieron tres
rutas: norte de África, desde Marruecos hasta Egipto; Italia, Grecia, Rumanía y
Turquía, y toda la ribera del Mediterráneo; otra ruta fue hacia el norte de
Europa, Países Bajos, y de allí muchos se desplazaron al centro de Europa y a
Inglaterra. Las dos rutas del norte y sur del Mediterráneo se encontraron en
Palestina y Turquía. A partir del siglo XVI también se dirigieron a América.
En los primeros tiempos fueron bien
aceptados en los países islámicos por su prestigio científico y cultural. Pero
también sufrieron persecuciones, y de ahí su constante deambular. Las comunidades
sefardíes más importantes y numerosas fueron las de Fez (Marruecos), Salónica,
Esmirna (actual Grecia), Constantinopla (Turquía), Tiberiades y Jerusalén
(actual Israel).
En todos los lugares donde se asentaron
formaron juderías, barrios propios dirigidos por un jefe espiritual y fundando
sinagogas y escuelas talmúdicas. Conservaron el ritual litúrgico que habían
practicado durante siglos en la Península, las costumbres familiares y la
lengua castellana. Para el habla vulgar se empleaba el castellano de la época
de la expulsión, que poco a poco se fue empobreciendo al faltarle el contacto
directo y al adulterarse con préstamos de los distintos idiomas con los que
entraban en contacto: arabismos, italianismos, galicismos y turquismos. Este
dialecto, vivo en la actualidad, es el que se conoce como judeoespañol. Las
comunidades que siguieron la ruta de los Países Bajos abandonaron pronto el
castellano y pasaron a hablar las lenguas de los países de adopción. (12)
III-CULTURA HEBREA
El pueblo hebreo ha hecho una enorme
contribución a la cultura y a la ciencia hispana y, consecuentemente, a la
cultura occidental con el mérito añadido de que se ha desarrollado con
frecuencia en ambiente hostil, de persecuciones sangrientas por parte de
musulmanes y cristianos. Asombra que todas estas aportaciones son muy poco
conocidas, incluso en ambientes cultos. Esto ya lo comentaba Menéndez Pelayo en
su Inventario bibliográfico de la ciencia española “los inexplorados tesoros
que en ella se encierran” y Millas comenta que “dentro de la andadura del
pueblo judío hay que tener muy en cuenta a la historia de los judíos españoles”
Destaca en todas las ramas del saber sobre todo en filosofía, estudios
bíblicos, matemáticas y medicina. (13)
La Medicina Bíblica
La antigua medicina del pueblo hebreo, es
muy primitiva, tiene en conjunto poco interés para nosotros, si se exceptúan
los excelentes preceptos higiénicos de la ley mosaica. En el Antiguo
Testamento, (Fig. 11) en un principio, el médico tiene un papel muy reducido, ya
que la enfermedad es unánimemente considerada una expresión de la cólera
divina, siendo el más competente para curar, naturalmente, el sacerdote. Y son
los sacerdotes quienes enseñan que aquellos que viven según la ley de Moisés
permanecen sanos de cuerpo: "Ninguna enfermedad de las que envié a los
egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu Sanador"(Éxodo, XV,
26).
Señalemos, no obstante, que se trata de
enfermedades muy difundidas en un momento dado, es decir, epidemias. Es,
precisamente, por su modo de combatir las epidemias por lo que se ha
distinguido la Medicina hebrea. Seguros de poseer un poder mucho mayor que el
de los escasos e insignificantes médicos laicos, los sacerdotes judíos obraban
como higienistas y como tales eran realmente expertos. Mientras aún en época
muy posterior los mismos griegos se preocupaban muy poco de la transmisión de
las enfermedades de una persona a otra, los sacerdotes israelitas, plenamente
conscientes de su importancia, tomaban todas las medidas posibles para evitar
el contagio. (14)
Relación entre el cuerpo y el alma
En la Biblia se insiste en las relaciones
entre el cuerpo y el alma y cómo su influencia puede ser beneficiosa o negativa
en la vida del ser humano y así un alma viciosa corrompe al cuerpo, al igual
que un cuerpo enfermizo no puede ser el albergue adecuado de un alma pura. “la
limpieza física predispone a la limpieza espiritual” (sentencia rabínica en el
Talmud) Se refiere no solo a la salud externa, sino también a la interna y sus
manifestaciones con lavados y evacuaciones regulares como normas sanitarias y
relacionadas con muchas reacciones morales. Todo esto se envuelve de un halo
religioso que lo hace obligatorio a través de los preceptos higiénicos. Obliga
al individuo a preocuparse de la perfección física y espiritual y le hace
meritorio a los ojos de Dios, o por el contrario, es una desgracia estar
afectado por imperfecciones o lacras incluso hay prescritas jaculatorias que
hay que decir en presencia de; un negro, tarado, giboso, enano, ciego, cojo,
leproso al igual que cuando se recibían malas noticias. (15)
El médico
En el Talmud aparecen ya conocimientos
mucho más precisos de Medicina. Talmud (significa enseñanza, doctrina, algo así
como enciclopedia) hay una serie de prescripciones, teorías y sentencias
relativas a la naturaleza, la medicina y la higiene. Y en las escuelas
rabínicas era donde se estudiaban también estas doctrinas si bien siempre
dentro de la moral o de un orden práctico. Es decir, no existen en esta época
tratados exclusivos de medicina y solo se refieren a las patologías.
Y el médico ya aparece con una gran consideración e importancia (Fig. 12).
Hay un pasaje frecuentemente citado, según el cual se debía honrar al médico.
“Dale al médico lo que merece; es el Todopoderoso quien lo ha creado; todo
remedio viene de Dios y recibirá del Rey su recompensa. La ciencia del médico
le hará elevado y será loado ante los poderosos” (Ecclesiastés, 38,1-5).
Estas palabras se deberían a Jesús, hijo de Sirach, que vivió unos 180 años
antes de Jesucristo. Hay múltiples preceptos que hablan de lo imprescindible
que son los médicos en la sociedad. También sobre la incompetencia o intrusismo
como “el mejor médico se morirá en el infierno” o sobre su codicia, “no se
atiende igual al rico que al pobre” o sobre aquel que tiene otros cargos que le
impide dedicarse por entero a la medicina. O cuando se autoriza a ejercer en
sábado, cuando toda la vida se paraliza. (16)
Fig.
12 Padres de la Medicina Hebrea Profilaxis
La higiene está presente en los preceptos
religiosos lo que revela una preocupación permanente por la salud. El aseo, la
limpieza en general se indica como la mejor manera de combatir la enfermedad “más
vale una gota fría (en los ojos) por las mañanas y el lavado de manos y pies
por la tarde que todos los colirios del mundo” o de los baños “Está prohibido
vivir en una ciudad sin casas de baños”. También se investigan las evacuaciones
de forma regular como mantenimiento de la salud. Igual podríamos hablar de los
alimentos tanto vegetales como animales, algunos absurdos, pero otros con una
clara prevención (cerdo-triquina). También la cantidad de éstos y su relación
con el horario “Come cuando tengas hambre….” Respecto a la moderación “come
hasta un tercio (se refiere a la capacidad estomacal) bebe igualmente un tercio
y deja vacío el otro tercio” Otro aspecto que regula son las normas de vida,
aunque hoy nos parecen absurdas “No estés demasiado tiempo sentado, porque esto
puede causar hemorroides, ni de pie, que es malo para el corazón, ni andes
demasiado lo cual es perjudicial para los ojos; estate sentado un tercio del
tiempo, un tercio de pie, y el otro tercio andando” o que “en ocho cosas es
nocivo el exceso y provechosa la moderación en: los viajes, las relaciones
sexuales, trabajo, vino, sueño, agua caliente (tanto para usos internos como
externos) y sangrías”. (17) Cuál debe ser la higiene
de la gestación y menstruación y cómo deben prevenirse los contagios.
También hay alusiones al diagnóstico de la gonococia, la leucorrea y la
lepra. Y en todos los casos se hace
especial hincapié en la necesidad de adoptar medidas preventivas. Del mismo
modo, se dan concretas instrucciones acerca del aislamiento de los contagiosos
y de la desinfección de sus utensilios. Estas medidas se ejecutarán de modo
radical: se pintaban con cal las paredes de la casa de los enfermos, cuando no
eran demolidas. Las reglas bíblicas en relación con el problema de la lepra eran
juzgadas tan eficaces que en el momento en que esa plaga se extendió por el
occidente de Europa, en la Edad Media, las reglas preventivas que se adoptaron
fueron exactamente las que consignaba el Antiguo Testamento. (18)
Además del aspecto físico muchas son las
opiniones sobre el sueño, su necesidad, duración, y condiciones “La noche ha
sido creada para el sueño” “el sueño produce salud y energía” “se prohíbe
dormir durante el día, más tiempo del que lo hace un caballo, o sea sesenta
soplos de la respiración”. En el Talmud
se menciona la poción soporífera ante una operación abdominal, claro
antecedente de la anestesia. También se recomienda el vivir en un ambiente
saludable, para evitar a los habitantes de una población, influjos perniciosos
como olores o miasmas y así los enterramientos de animales, tenerías, estén a
cierta distancia de la población y por donde menos sople el viento.
Un aspecto curioso es cuando previene
sobre el estado espiritual como factor decisivo para la salud individual, Por
ejemplo: “el mal de ojo (envidia), la perversa inclinación y el odio al prójimo
ponen al hombre fuera del mundo” o “Tres cosas disminuyen la fuerza del
hombre; el miedo, los viajes y el pecado . Podemos señalar que la única
contribución del antiguo pueblo hebreo está sobre todo centrada en el campo de la higiene
y la medicina preventiva. (19)
Régimen alimenticio
En el Talmud se
explica de modo claro y preciso qué alimentos y objetos son puros y cuáles
impuros; El pan se considera la base de la alimentación y se le atribuyen
múltiples virtudes. Ciertos pescados también se consideran beneficiosos. Los
huevos son lo más nutritivo después de la carne. La carne de cerdo puede ser
transmisora de parásitos, como la triquina y la solitaria; es, por tanto, una sabia
medida proscribir su consumo. La carne es considerada un plato de lujo, al no
estar al alcance del pueblo, que necesariamente tenía un régimen vegetariano,
se elogia las propiedades de cada vegetal. Al ajo se le atribuyen distintas
cualidades. De entre la fruta, la mejor son los dátiles. (20)
Terapéutica
El Talmud, que como dijimos engloba todo
tipo de cuestiones, no diferencia entre remedios de la medicina científica y de
la popular. Se señalan una serie de síntomas favorables o desfavorables para el
paciente, así como alimentos aconsejables o desaconsejables. Se atendía con
especial cuidado a la fiebre y sus distintas presentaciones y como curarla en
cada caso. Otras enfermedades a las que les presta mucha atención es a la de
los ojos, vómitos de sangre (tuberculosis), heridas, odontopatías, amigdalitis,
catarros, abscesos, cardiopatías, asma, lombrices intestinales, diarreas,
estreñimiento, otitis, picaduras de serpientes, y a muchas más, hasta la
embriaguez (Fig. 13). Para los remedios de estas enfermedades no hay muchos
aciertos, abundan los remedios caseros y múltiples prácticas supersticiosas
absurdas. También recetas mágicas, talismanes, amuletos. En el Talmud se lee
que “está prohibido curarse por medio de las escrituras” (utilizando escritos sagrados
y colocándolos en la herida o tragandoselos) En estas prohibiciones eran muy
insistentes los rabinos, señal de que eran frecuentes. (21)
Fig. 13 Insignia hebrea (500 años a.C.) Símbolo de la
Terapéutica contra la mordedura de la serpiente.
Precedentes en textos bíblicos
La medicina en la Biblia tiene una gran
importancia, así como los médicos. Los judíos fueron muy influenciados por las
culturas con las que estuvieron en contacto. Cuando fueron obligados a emigrar
a Nínive y Babilonia entre los siglos VIII y VI antes de Cristo, hasta que
Abraham (contemporáneo de Nabucodonosor) los condujo a Palestina. Este contacto
de más de dos siglos con esa civilización los marcó en lo sucesivo, al adquirir
unos conocimientos de todo tipo, literatura, filosofía, ciencia. Posteriormente
conocieron a los egipcios, griegos y romanos lo que les abrió una serie de
posibilidades.
Es de destacar un movimiento que
practicaba el ascetismo, austeridad, y una moral práctica que recibieron el
nombre de los Esenios. Tenían fama como médicos, profetas, e intérpretes de
sueños, y se asentaron en el desierto a las orillas del Mar Muerto.
Pero fue a partir del año 70 d. C. cuando
el emperador Tito les obligó a abandonar Palestina cuando de estos contactos
surgieron una serie de médicos que nos aparecen en los documentos de la época
como AQUBA o ISMAEL.
CELSO gran médico romano se refiere a
estos médicos judíos y utiliza sus remedios. Ejemplo de esto tenemos a SAMUEL
HANINA que utilizaba la palma como símbolo de su oficio, era experto en
ginecología y oftalmología utilizando colirios entre sus remedios.
RAB tenía amplios conocimientos de
anatomía llegando a comprar cadáveres para sus investigaciones (cosa prohibida
por todas las religiones) Tuvo tal fama que a su muerte su tumba fue profanada
pues se creía que la tierra circundante tenía valor terapéutico contra la
fiebre.
ABBA HUNA en el s. IV fue un reputado
médico a la par que filósofo.
R. GAMALIEL (s. III) es referido por
Marcellus Empiricus, médico del emperador Teodosio como creador de gran número
de remedios. (22)
IV LA MEDICINA JUDÍA Y LA MEDICINA ÁRABE EN AL-ÁNDALUS
Intermedio histórico
Al amparo de la dinastía de los Sasánida
prosperaron academias y centros culturales hebraicos en Oriente hasta el S. IX
en que decayeron y se trasladaron a Sefarad (España) de la mano de Hasday
Shaprut médico-ministro de Abderramán III que con gran generosidad y mecenazgo
sirvió de puente de este flujo cultural, donde hubo un resurgimiento de las
letras y la ciencia en al-Ándalus, tanto de la cultura árabe como hebrea. Son
los precursores de lo que siglos después sería el Renacimiento Europeo. Sabios
de aquellos Centros Orientales vinieron a Sefarad trayendo sus tesoros
culturales que allí habían acumulado durante siglos.
Es una idea generalmente aceptada que los
judíos fueron una mera imitación de la cultura árabe, es evidente la clara
influencia que hubo, pero también tiene sus peculiaridades. La Medicina fue objeto de preocupación en las Escuelas Talmúdicas. (Peláez
561) La última versión del Talmud fue escrita a finales del s. V anterior
al inicio de la aparición de Mahoma un siglo y medio posterior, que tuvo mucha
relación con el judaísmo. Los judíos estaban dispersos por todo Oriente Medio,
debido a su profesión como comerciantes. Convivieron por aquellos siglos una
serie de culturas que influyeron unas en las otras y de aquí salió la Cultura
Árabe y Judía. En la Medicina sobre todo fue la Ciencia Griega la predominante
con el gran Hipócrates y tenemos en el lado árabe a Rhaces y Avicena y por el
judío a Hasday Shaprut. (23)
En la España de la Edad Media – después de
las conquistas árabes- fue asombroso el papel que desempeñaron los judíos. En
especial fueron médicos, matemáticos y poetas, siendo los únicos no musulmanes
que entendían el idioma y costumbres de los conquistadores. Gozaban de libertad
para desempeñar sus actividades profesionales e intelectuales. Además de árabe
y hebreo tenían conocimientos de filosofía y medicina griegas, siendo por tanto
los mediadores en el califato de Occidente. Rogerio Bacon (siglo XIII) explica
la ignorancia de los médicos cristianos por su desconocimiento de los idiomas
en que estaba escrita la medicina, es decir, el griego, el árabe y el hebreo.
Dice que si no conocían estas lenguas, no podrían nunca entender o practicar la
medicina. (24)
Características de la Medicina Sefardí (Fig. 14)
La honda religiosidad
La constante presencia de la ciencia progresista
Sabiduría para saber interpretar todo la ciencia y sus influencias.
Prudencia (25)
Personalidades hispanojudías
La aportación hispanojudía a la cultura ha
sido de primera magnitud: poetas, gramáticos, sabios, médicos, astrólogos,
lingüistas, filósofos, traductores trabajaron aislados en su comunidad o
protegidos por emires y reyes. Utilizaron el árabe, el hebreo, el latín, el
hispanojudío y las lenguas locales, sobre todo el castellano, en sus escritos.
Incluso en los tiempos difíciles grandes personalidades hebreas destacaron en
las ciencias y en las artes.
El intérprete bíblico ABRAHAM IBN EZRA
(Tudela 1092-Calahorra 1167) pasó varios años viviendo en Córdoba y Lucena y
viajó por el norte de África y Europa. Profundo conocedor del árabe, tradujo al
latín las obras de los sabios árabes para difundirlas por Europa. Como exégeta
bíblico escribió Comentarios al Pentateuco, libro muy leído en la Edad
Media y que fue objeto de otros comentarios; como lingüista hizo el primer
intento por sistematizar una gramática hebrea, y como matemático desarrolló una
labor divulgadora.
El sistematizador MOISÉS IBN EZRA (Granada
1060-1135) era de familia ilustre. Tuvo que emigrar y vivió en Zaragoza,
Barcelona y Toledo, pero siempre añorando Granada. Su Libro de la consideración
y del recuerdo, escrito en árabe, es el único tratado de normativa
poética de la literatura hebrea medieval.
El viajero y comerciante BENJAMÍN DE
TUDELA (Tudela 1130-1175) escribió una detallada relación de sus viajes, con
importantes datos sobre Babilonia y la geografía e historia de los países que
recorrió.
El astrólogo y médico MOISÉS SEFARDÍ
(Huesca 1062-1135) fue, además de médico de Alfonso I, rey de Aragón, un hombre
de ciencia que desarrolló una gran actividad para que se privilegiaran los
estudios del Quadrivium, más científicos y verificables que los poéticos
y literarios del Trívium. Elaboró unas tablas de astronomía, hoy
perdidas, basadas en fuentes árabes y base de los estudios astronómicos
posteriores.
El cabalista MOISÉS DE LEÓN (León
1240-1290) es el autor de Esplendor (Zóhar), la obra más importante de
la cábala. Contrario a la filosofía aristotélica, y para frenar su influencia,
escribió este comentario al Pentateuco, en el que se expone que, dado que es
imposible conocer a Dios, éste se revela por medio de los diez sefirot, que
son manifestaciones de su sustancia.
De SEM TOB (Soria, ca. 300), a pesar de
sus pocos datos biográficos, se sabe que vivió en Carrión, donde compuso sus
Proverbios morales, un conjunto de reflexiones morales inspiradas en
apotegmas hebreos escritos en castellano y en forma de poesía rimada.
LEÓN HEBREO (Lisboa 1465-Italia 1521),
asentado en Toledo, tras la expulsión fue a Nápoles. Escribió en hebreo,
castellano e italiano. Su obra más importante es Diálogos de amor, escrita
en italiano y de claro contenido neoplatónico. Influyó en los grandes escritores
del Renacimiento, como Castiglione, Bembo y, sobre todo, en Spinoza y
Cervantes. (26)
Fig. 14 Medicina Judía Edad Media. Médicos en
al-Ándalus
ISAAC JUDEO (Abu Yascu'o Ishac ibn
Sulaiman al Israilí). Es una de las personalidades más importantes de médicos
de esta época, nació en Egipto en torno al año 850. Estudió en Bagdad pasando
pronto a Túnez. En Qairoüan fue médico de cabecera de varios califas, y allí
fundó una escuela médica. Es considerado como el primer escritor médico que
llevó la medicina árabe desde el Oriente hasta el Califato de Córdoba. Vivió
más de cien años y escribió varios libros, entre los que se cuentan tratados
sobre fiebre, dietética y urología, que durante varios siglos fueron
considerados como obras clásicas de la medicina de Occidente. Su obra fue
traducida al latín por Constantino el Africano, monje que pertenecía al
monasterio de Montecasino, encontrando así la medicina árabe su camino hacia
Occidente. Las obras completas de Isaac Judeo fueron impresas por vez primera en
Lyon, en el año 1515. (27)
HASDAY IBN SHAPRUT (Abu Yusuf Hasday
ben Ishaq ibn Shaprut). Según testimonio de Moisés ibn Erza en su libro (El libro de la disertación
y del recuerdo), Hasday era natural de Jaén. Su padre, Isaac ben Ezra ibn
Shaprut, era un hombre rico y piadoso, entregado a la fe judía en cuerpo y
alma. Entre otras obras había fundado una sinagoga en su ciudad natal, Jaén, y
era protector de estudiosos de la Tora y de escritores que dedican su vida a la
literatura.
Hasday ibn Shaprut nació hacia el año 910.
Desde pequeño fue iniciado por buenos profesores en el estudio de las Sagradas
Escrituras y en otras materias tradicionales judías de enseñanza si bien, no se
sentía especialmente motivado hacia dichas materias. Desde muy joven se inclinó
por el estudio de las lenguas: llegó a dominar bien el árabe, estudió latín con
profesores cristianos, miembros de la clerecía mozárabe de Córdoba y, como la
mayoría de los andalusíes de entonces, conocía también la lengua romance. Pero
su vocación era estudiar medicina que estudió en Córdoba y a la que se dedicó
con todo entusiasmo, utilizando los libros que los médicos árabes de Oriente
habían escrito y que contenían los principios básicos del saber médico de los
griegos. Hasday ibn Saprut sobresalía también por su carácter: tenía lo que
llamaríamos “don de gentes” sabía cómo ganar su confianza; era de inteligencia
brillante y tenía fe en sí mismo.
Poco tardaría Hasday en gozar de prestigio
científico. Un hallazgo en el campo de la farmacología le hizo especialmente
célebre: fue el re-descubridor de la Triaca, medicamento de amplio
espectro, utilizado para curar diversas enfermedades, sobre todo como antídoto
contra las mordeduras de serpientes y demás animales venenosos. La triaca se
conocía desde el s. I a. C. y fue descubierta por el rey Mitrídates; más tarde,
Andrómaco de Creta, médico del emperador Nerón, la había perfeccionado creando
una droga compuesta de 61 elementos. Este preparado farmacéutico en el siglo II
era conocido en el mundo entero. Pero su fórmula se había perdido sin que nadie
hubiese logrado reproducirla. Entre los componentes de este fármaco, los
médicos del Medievo citaban el opio, y diversas especias. Hasday, tras largas
investigaciones, dio al fin con la fórmula, descubrimiento que le valió para
pasar a formar parte del grupo de médicos de la corte de Abderramán III. Tenía
aproximadamente unos 30 años. (Fig. 15)
Fue sólo el inicio de una ascendente
carrera al poder. Abderramán descubrió pronto las dotes de aquel joven médico
y, a la vista de sus cualidades, lo hizo jefe de aduanas del califato,
importante puesto en la administración del estado, cuyo cometido era cobrar los
impuestos a los barcos que venían o partían de al-Ándalus, quizás el capítulo
más importante de los ingresos del Estado. También desempeñaba en el palacio
califal algo así como de jefe de protocolo o introductor de embajadores. (28)
Fig. 15 Rótulo de una calle de Córdoba - Cerca de la Judería
El Califa, seguramente por ser mitad Omeya y mitad vasco, estaba menos
apegado a la nobleza árabe que sus predecesores. Ya había tenido a su lado a un
cristiano. Quizá el Califa deseaba más ser secundado en sus proyectos por todo
su pueblo, que era multicultural, que ganarse a la nobleza árabe. Hasday era de
fácil y agradable palabra, de dulces maneras, amena conversación y de carácter
franco. Se ganaba enseguida a la gente. (29)
Otra faceta de Hasday fue la de Diplomático, desempeñando importantes
servicios a Abderramán. En el 940 le envió a Barcelona para hacer la paz con el
conde Suñer; hizo el viaje por tierra y el califa más tarde envió la flota para
presionar en las negociaciones, pero cuando ésta llegó a la vista de Barcelona,
Hasday ya había cerrado en acuerdo. En el 944 se recibió una embajada del
emperador Constantino VIII de Bizancio pidiendo una alianza contra el imperio
Fatimí de Alejandría, enemigo de al-Ándalus, entre los regalos traía un
ejemplar del libro de Dioscórides, “De Materia Médica” estaba escrito en griego
antiguo (jónico) y era un tratado donde se reunían todos los conocimientos de
Grecia, describen más de 600 planta medicinales. En realidad, el regalo era
para Hasday, que hizo que viniera un traductor de Bizancio el monje Nicolás,
que junto con él tradujeron el libro al árabe, siendo utilizado luego en su
versión latina en las Universidades europeas. También fue uno de los más
eminentes traductores al latín de las obras médicas árabes, entre ellas el Continens
de Rhazes, que fue estudiado en Salerno. Luego otra faceta importante la de
Traductor.
También en el 956 Otón I envió una
embajada pidiendo a Abderramán que controlara a sus súbditos de un enclave al
otro lado de los Pirineos que obstaculizaban el comercio con sus ataques. La
carta estaba redactada en unos términos ofensivos para el Islam, Hasday que
sabía el contenido de ésta lo soluciona con su habilidad y pragmatismo al
destruirla y decirle al embajador que hiciera la comunicación verbalmente.
Dentro de la diplomacia no podía faltar un episodio muy conocido, en el que
Hasday actuó también como Médico. Fue la curación de Sancho I el Craso de León
que fue destituido por su gordura “que le impedía subirse al caballo y dirigir
una batalla” Se refugió en Pamplona donde reinaba su padre García y su abuela
la reina madre Toda. Ésta viendo que la única posibilidad de que su nieto
volviera a ser rey era que fuera tratado por médicos cordobeses, que eran los
mejores, se tragó su orgullo y le pidió a Abderramán que le mandara uno. A
pesar de haber guerreado varias veces entre sí, Abderramán era su sobrino-nieto.
Hasday usando su habilidad diplomática hizo que fuera en Córdoba donde se
realizará el tratamiento. Y hasta esta ciudad vino una comitiva en la que venía
la reina Toda, su hijo rey de Pamplona, y su nieto el rey depuesto. Con la cura
se consiguieron compensaciones como 10 castillos de la Marca, que pasaron al
califato. Sancho volvió a ser rey con la ayuda de Abderramán en tropas,
dependiendo así este reino de Córdoba.
También fue un gran impulsor de la cultura hebrea favoreciendo que las
Escuelas Rabínicas de Babilonia, un referente en el mundo hebreo, que estaban
en decadencia, se trasladaron a Córdoba, lo que le dio un gran impulso a la
cultura. Podemos decir que también fue un Mecenas.
Por último, debido a su gran influencia en la corte califal, fue nombrado
“nasi” príncipe de las comunidades judías de al-Ándalus, estableciendo
relaciones de servidumbre con todas las comunidades repartidas por Europa, de
donde le pedían intercediera en sus problemas. Incluso contacto con el mítico
reino judío de Jazaria cuya existencia se calcula hasta mediados del s. XI y
estaba situado a ambas orillas del río Volga hasta el Mar Negro. Por esta
influencia de un miembro de la comunidad hebrea no es de extrañar que hubiera
muchos judíos que inmigraron a Córdoba sobre todo del Norte de África. (30)
IBN BUQLARIS (Yonah ben
Isaac ibn Buqlaris al-Israili). Fue un médico y botánico judío de Al-Ándalus nacido en Zaragoza en el siglo XI y fallecido a comienzos del siglo XII. Probablemente, tuvo que emigrar de
al-Ándalus debido a la represión intelectual que ejerció el Imperio almorávide.
Redactó en 1106 un tratado de farmacología sobre los medicamentos simples
titulado Libro de Al-Musta'in, (Kitab al Mustaini) así
llamado por estar dedicado al soberano de Zaragoza Ahmed al-Musta'in II. En él aparecen
los términos de las especies medicinales en varios idiomas: griego, árabe, persa, siríaco, bereber y otras lenguas románicas hispánicas, por lo
que este libro guarda un alto interés filológico, Es también una valiosa fuente para el
estudio por la cantidad de nombres populares de plantas, como de términos
médicos y creencias, que eran nombradas a menudo con expresiones metafóricas.
Escribió asimismo
Epístola de la explicación y la reglamentación ( Risalat al-tabyin
wa-l-tartil), un tratado que clasificaba de modo jerárquico los alimentos
donde desarrollaba un concepto de Galeno que hablaba de
cuatro facultades existentes en la totalidad de los órganos del cuerpo humano:
la fuerza aprehensiva, la fuerza retentiva, la fuerza digestiva y la fuerza
expulsiva.
YONÁ IBN YANÁH
(Abu-l-Walid Marwan ibn Yannah). Córdoba, ca. 985 - Zaragoza, 1050, escritor, gramático y
médico judeoespañol.
Aunque nacido en Córdoba,
estudió en Lucena, la ciudad más judaica de toda la España musulmana, emporio cultural y comercial de enorme
importancia, Tras un azaroso peregrinar causado por las turbulencias de las
luchas de los bereberes por el poder en las postrimerías del Califato de Córdoba, se estableció como
médico en la taifa de Zaragoza, alrededor del año 1012.
Su obra sobre Medicina y Farmacología Libro del extracto (Kitāb
al-Taljīṣ ). Diccionario de nombres de plantas y medicinas. También es
conocido como Kitāb Tafsīr al-adwiya (Libro de comentario de
los medicamentos), o Tarŷamat al-adwiya al-mufrada (Libro de
la interpretación de los medicamentos simples).
YEHUDAH IBN TIBBÓN (c. 1120-c. 1190). Nació
en Granada. Médico de profesión. Huyó de la persecución antijudía de los
almohades (mediados del siglo XII) y se estableció en Provenza. Allí siguió
practicando la medicina. En esa comunidad de unos trescientos judíos destacaba
“el médico R. Yehudah ben Tibbon hasefaradi (=el español) como era llamado,
quien sustenta y enseña a cuantos vienen de lejanos países para aprender la
Torah” (Benjamín de Tudela, Libro de Viajes). (Fig. 16)
Fig. 16 Estatua de
Yehudah ibn Tibbón Granada
Fue un hombre de una gran cultura. Poseía una gran biblioteca que pudo
salvar cuando emigró de Granada y se instaló en el sur de Francia. Ya que los
judíos del Languedoc y Provenza desconocían el árabe, que era el vehículo
principal de la ciencia y el pensamiento de la época, inició una importantísima
labor de traducción al hebreo de obras escritas en árabe que no eran accesibles
a los judíos europeos. Por esta labor recibió el título de padre de los
traductores. (31)
MAIMÓNIDES (Mosé ben Maimón). El más grande médico y filósofo de la
religión judía del Medievo, vivió desde 1135 hasta 1204. Nació en Córdoba y fue
uno de los pensadores más polifacéticos y geniales de toda la Edad
Media. Hijo del Rabí Maimón, un ilustre magistrado cordobés, Maimónides recibió
una riquísima formación intelectual iniciada por su padre. La época en
que vivió fue el punto culminante, y al mismo tiempo final, del período
intelectual que se denomina “Edad de Oro” de la cultura judeo-árabe. Tuvo que
emigrar de Córdoba por la intolerancia de los almohades. Estudió en Fez
(Marruecos), en su intento para lograr una instrucción universal;
posteriormente estudió también medicina y se trasladó a El Cairo. Fue
nombrado médico de la corte, a la edad de 39 años de Saladino el Grande (quien
combatía a los Caballeros Cruzados en Tierra Santa). Por su parte, el rey
inglés Ricardo Corazón de León (quien participó activamente en la Tercera
Cruzada) le invita a unírsele como su médico personal, ofrecimiento que
Maimónides rechaza (Fig. 17).
Tres años después de su llegada a Egipto, en el año 1168, Maimónides
concluyó su obra monumental Séfer hamaor (Libro de la iluminación), en
el que se expone un comentario de la Misná (parte de la Tora). Su obra
mayor es un libro de leyes, el Misné Torá, en catorce tomos, que
constituye una síntesis de todas las leyes religiosas y morales del
judaísmo. Su libro filosófico Moré nevujim (Guía de los Perplejos)
pretende dar una visión de la filosofía de su tiempo, en forma de conciliación
entre la sabiduría de la Biblia y la filosofía.
Fig. 17 Estatua de Maimónides Judería de
Córdoba
Al final de su vida Maimónides escribió diez obras de medicina. Los títulos
de los diez tratados son: Régimen Sanitatis, Asma, Venenos y antídotos, Sobre
hemorroides, De Coitus, Responsos médicos, Comentario a los aforismos de
Hipócrates, Los nombres de la materia médica, Compendium Galenii (siete
tomos), Aforismos médicos de Moises (25 tratados).
Mientras que en las escuelas se aprendía y enseñaba el modo de
tratar enfermedades, Maimónides recalcó la importancia de la exploración del
paciente. Su claro entendimiento y su capacidad de penetración y captación
le permitieron llegar a campos inaccesibles al ojo y al oído, a pesar
que la tecnología era muy escasa en aquellos tiempos. Comprendió que al tratar
enfermos tropezamos con dos factores desconocidos, que son: Las influencias
recíprocas, entre el alma y el cuerpo del enfermo. Y la capacidad
intuitiva para establecer un diagnóstico y el poder de influencia que
tiene el médico sobre el paciente, que son diferentes en cada médico.
Maimónides dice que la medicina se compone
de tres parcelas fundamentales:
En primer lugar, se encuentra la “conservación de la salud” de las personas
que la tienen (lo que hoy sería “la medicina preventiva”). En segundo lugar,
está “el tratamiento individual del paciente”, que requiere una comprensión con
la personalidad del enfermo, todo esto unido a una gran capacidad de entrega.
La tercera parte importante de la medicina es “el tratamiento de
convalecientes”, que son personas que aún no han recuperado del todo su salud,
y necesitan de grandes cuidados. Más adelante hace hincapié en la importancia
de “la asistencia a ancianos e inválidos”. Estas ideas revelan una concepción
muy moderna, hasta el punto de parecer de una época posterior.
- El primero se titula “Extractos de
Galeno” y corresponde a una síntesis de las enseñanzas más importantes del
médico griego (cerca de 100 libros), cuyo objetivo fue el facilitar su estudio
y comprensión por los estudiantes de medicina.
-El segundo se titula “Comentario sobre
los aforismos de Hipócrates”, obra en que comenta y ocasionalmente critica a
Hipócrates y Galeno cuando éstos difieren de sus observaciones (por ejemplo,
critica la afirmación de Hipócrates ‘un varón nace del ovario derecho y una
mujer del izquierdo’, señalando que ‘un hombre debería ser un profeta o un
genio para saber esto’). “Debemos aplicar a cada paciente en particular la
atención y consideración especiales e idóneas para él, pues durante la
enfermedad ninguna persona reacciona igual que otra”.
-Su tercera obra y más voluminosa se
titula “Aforismos médicos de Moisés”. Esta incluye 1.500 aforismos organizados
en 25 capítulos, cada uno versando sobre un área diferente de la medicina, una
Enciclopedia Médica.
En su obra “Asma” se expresa así
Maimónides: “Siempre y, sobre todo, es de gran importancia el cuidado médico,
no solamente durante la enfermedad, sino también en todo momento”. “La medicina
se halla regida por una coincidencia de lógica, pericia médica e intuición”.
En su obra “Venenos y antídotos”, Maimónides
hace una distinción entre los venenos que lesionan los nervios, que son
los que hoy denominamos “neurotropos” -como, por ejemplo, el veneno de la cobra-
y los venenos que son perjudiciales a la sangre (hematotrópicos), como los de
varias clases de víboras y culebras.
Los síntomas de la “Diabetes”
que Galeno sólo cita dos veces, son descritos y discutidos por Maimónides, que
hace uso de los veinte casos que tuvo durante el tiempo que practicó en Egipto.
Da la impresión de que solía tomar apuntes sobre el estado de sus pacientes.
En su tratado vigesimoquinto de “Aforismos
Médicos de Moisés”, Maimónides expone la pretensión de que el investigador “no
debe creer en nada que no pueda ser demostrado por medio de experimentos
científicos y razonamientos humanos”. No deben aceptarse sin más las opiniones
que mantienen las autoridades y que repiten hombres honestos y sabios. Debemos
reflexionar sobre las cosas que deben ser demostradas y no permitir a nadie que
nos desvíe de nuestras creencias mediante relatos. Se debe pensar, investigar,
probar y comprender de modo claro, pues nada es evidente, aunque sea una
autoridad y un sabio de reconocido prestigio, como lo es Galeno, quien lo
manifieste.
Debido a la importancia y utilidad de su
contenido, la obra de Maimónides, “Régimen Sanitatis” fue desde muy
pronto traducida al latín e impresa en Florencia en el 1477, siendo uno
de los primeros incunables médicos. Opina que la salud general del cuerpo
depende principalmente de la paz del alma de una persona.
En el área de la Infectología, Maimónides
describió numerosas enfermedades, signos y síntomas, destacando abscesos,
blefaritis, carbunco, conjuntivitis, disentería, gangrena, hepatitis, lepra,
neumonía y sepsis, entre otras. En las postrimerías del reinado de Saladino, el
cólera morbo se declaró en El Cairo, procedente de la India, afectando a un
gran número de personas (el número de hospitalizados habría excedido los
1.500). Para combatir los vómitos y diarrea que provoca esta enfermedad,
Maimónides dispuso la preparación de una bebida compuesta de goma de Arabia,
arroz y corteza de pan, posiblemente una de las primeras soluciones
rehidratantes conocidas. Sus nociones de higiene tienen plena vigencia en
nuestros días, proscribiendo la ingesta de carnes descompuestas y alimentos que
desprenden olor, recomendando la higiene y el aseo
En sus obras sobre Higiene, así como
también en las religiosas, da consejos sanitarios e higiénicos para mantener la
buena salud del cuerpo, para el trabajo diario y la vida sexual y familiar,
para la alimentación e incluso referentes a la planificación de la construcción
de ciudades. Reconoce la extraordinaria importancia del adiestramiento del
espíritu y la iniciación a una especie de “entrenamiento del alma”. Sus
tratados sobre psicoterapia e higiene mental son muy originales, siendo su
lectura, aún hoy, recomendable. Sus obras médicas están escritas en árabe y casi
todas fueron rápidamente traducidas al hebreo y al latín.
Maimónides fue un estricto
racionalista, luchó contra la superstición en general y especialmente en la
medicina. Según su punto de vista, la salud corporal es una condición
preliminar e indispensable para la salud espiritual, que capacita a la persona
para desarrollar la más alta moral e inteligencia. Para él, la meta y el
sentido de la vida están en reconocer la verdad y la justicia; con otras
palabras, en reconocer al Dios invisible. Pero a este estadio sólo puede llegarse
mediante un exhaustivo adiestramiento del espíritu y una vida honesta, plena de
sacrificios y abnegación, alejando nuestros pensamientos de toda vanidad y
mediante el intento de dedicarnos por completo al servicio de la divinidad (o
sea, de la verdad y de la justicia social). Entonces el cumplimiento de los
mandamientos de la religión no es una carga, sino más bien una actividad
surgida del amor y de la alegría, que conduce a la limpieza del
alma y al equilibrio moral. (32)(33)
MOSEH HAMÓN (c. 1490-c. 1554) El más
importante y mejor conocido miembro de una prestigiosa familia de médicos de
Granada, que tras la expulsión se instaló en el imperio Otomano. Isaac Hamón
(segunda mitad del siglo XV) fue médico en la corte de Granada. Su padre, Yosef
Hamón, el Viejo (muerto hacia 1518), fue médico de los sultanes Bayaceto II y
Selim I. Moseh Hamón sucedió a su padre como médico de Selim I y,
posteriormente, de Soleimán el Magnífico.
Moseh fue el típico cortesano judío. Como
médico de la corte, tuvo un gran poder e influencia y se mantuvo en ese puesto
durante casi toda su vida, lo que es una prueba de su habilidad como médico y
cortesano. Gracias a los servicios prestados, él y sus descendientes, los Evlad-i
Musa (=los hijos de Moseh) estaban exentos de ciertos impuestos. No se
olvidó de su pueblo: intercedió por los judíos en los asuntos más diversos, en
especial en los casos de acusaciones de crimen ritual. Cuando fueron expulsados
de Venecia, ayudó a instalarse en Turquía a los miembros de la familia Nasi, que
posteriormente se convertirá, con figuras como la de Yosef Nasí (Joao Miques),
futuro duque de Naxos, en la familia judía más importante del imperio otomano.
También ayudó a los estudios judíos: financió la edición de la Torah de R.
Jacob ben Yosef Tavus (1546), mantenía económicamente una yeshiva (=escuela
talmúdica), etc.
Llegó a tener una importante colección de
manuscritos de tema médico, entre la que se encontraba una copia del s. VI del
Dioscórides (actualmente en Viena), y escribió algunas obras, en especial un
tratado de odontología. Luces y sombras en la historia judía de Grana
Un famoso traductor del árabe al hebreo
fue rabí Sem-Tob ben lshac de Tortosa, que ejerció en Marsella hacia finales
del siglo XIII. Tradujo la importante obra El Tasrif de Abulcasis, sigue
enumerando los libros que el médico debe estudiar y de la necesidad de conocer
las ciencias básicas de aquella época, la formación en los hospitales y el
comportamiento del médico con los enfermos, especialmente con los pobres y
dolientes. (34)
LOS JUDÍOS EN LOS REINOS CRISTIANOS DE LA PENÍNSULA
Tolerancia y Rechazo son las actitudes que
alternativamente caracterizan a los médicos judíos durante toda la Edad Media.
Multitud de médicos judíos aparecen en el séquito de los distintos reyes tanto
aragoneses, como castellanos o navarros a pesar de las persecuciones, críticas,
o sospechas que llegan hasta el s. XV. (35)
Huyendo de las persecuciones de los
almorávides, y del «azote» (en frase de los historiadores hebreos) de los
almohades, fueron muchos más los judíos que se acogieron a la generosidad de
los reyes de Castilla y de Aragón que los migrantes a tierras marroquíes u
otros países africanos. Así, desde principios del siglo XII puede asegurarse
quedó vinculada la historia de los judíos españoles a los dominios de los reyes
cristianos, y desapareció la antigua alianza que les había proporcionado
prosperidad y poder en la España musulmana. Aparte de las razones indicadas,
las crecientes conquistas cristianas, fueron incorporando sucesivamente
ciudades y villas, cuyas aljamas se sometían de grado a los vencedores.
En todas las ciudades y villas importantes
la judería constituía un verdadero concejo, con su típica organización
interior, (como un pueblo en cierto modo independiente del cristiano), con sus
ancianos, recuerdo viviente de la autoridad sus adelantados y cabezas
de familia, dayyanes o jueces, escribas (actuarios o notarios), la sinagoga
con su escuela talmúdica aneja, los rabbíes o doctores de la
Ley, los cohenin o sacerdotes y el Rabb mayor, nombrado por el
Rey.
Más para darse cuenta de la verdadera
situación interna de estas aljamas, hay que advertir que “en el seno de
nuestras juderías hubo una verdadera, aunque sorda, lucha entre un sector
aristocrático, pudiente muy arrimado a la Corte, de la cual esperaba siempre
exenciones y franquicias, y la gran masa de judíos que integraban las juderías,
y sobre los cuales caían los gravámenes e impuestos. Esta aristocracia era
señora de las riquezas, merced a sus concesiones, arriendos, monopolios,
exenciones, otorgadas por la realeza; por otra parte, estaba muy influida por
la cultura y costumbres de los musulmanes; conocían su producción científica:
astronómica, astrológica, médico-botánica (36).
Pero esa separación
establecida por el régimen impuesto a las aljamas, no impedía que, por diversas
causas y privilegios, profesionales de las ciencias médicas, lograran
introducirse en las más altas esferas de la colectividad cristiana. Como prueba
de esto, veamos lo que el citado AMADOR DE LOS RÍOS escribe a este propósito:
“Desde el conquistador de Toledo, al rey don SANCHO el Bravo, apenas deja de
contarse un médico hebreo famoso en las cámaras de los reyes· cristianos, a lo
cual hubo de contribuir por extremo la prodigiosa cura de don SANCHO el Gordo.
(37)
Hay un cambio en los judíos españoles según se mire la época. En la corte
de los Omeyas y posteriormente en las Taifas, hasta la llegada de los
Almohades, destacaron en la ciencia o la poesía, filosofía, aparecen figuras en
todos estos saberes que están en la historia de la cultura mundial. Pero como
dice Bueno F. “en los reinos cristianos son más administradores de haciendas
hombres de dinero y poder. Esta nueva dedicación de los judíos es paralela en
España y en Europa, y seguramente va a reportar fatales consecuencias”.
Derivado de estas nuevas actitudes de una parte de los sefardíes, es el poder
social que tenían y por otro lado la ostentación de alguno de los poderosos
judíos. Había una antipatía en el pueblo, pues además de pagar los impuestos
eran estos funcionarios quienes lo hacían, parte de la nobleza eran sus
deudores y además tenían que soportar esa actitud de superioridad que le daba
el dinero. Esto explicaría en gran medida el antisemitismo del pueblo
alentado por intereses de la nobleza y la Iglesia.
La actividad desplegada en la corte de
Aragón por los médicos judíos fue destacada. Y fueron beneficiados con las
propiedades concedidas por D. JAIME I el Conquistador en el
repartimiento de Valencia (1239) donde figuran los nombres de los médicos. En
la última enfermedad del monarca (1276), al que acompañó hasta la tumba la
gratitud de la comunidad hebrea. (38)
En el reinado de JAIME II (1201-1327),
nieto del rey Conquistador, su médico judío, también fue traductor y
diplomático. Los cristianos sustituyen por completo a los funcionarios
administrativos judíos. Sin embargo este rey como los posteriores,
especialmente PEDRO IV, rindieron todo favor a la ciencia judaica, con sus
médicos, astrónomos, cartógrafos, etc. (39) (40)
Notable fue la afortunada intervención
quirúrgica de que fue objeto Don JUAN II ya anciano (para la época) de las
cataratas de ambos ojos (1468), haciéndole recobrar completamente la vista.
(41)
Miembro destacadisimo de la comunidad
hebrea, de Montpelier, por aquel entonces vinculado a la Corona de Aragón, fue
JACOBO BEN-MAJIN TIBBON (1245-1322). No sólo era versadísimo en toda la
literatura judaica, y consiguientemente en la Biblia, sino que sus
conocimientos en Matemáticas, Astronomía y Medicina, le habían dado una
reputación europea. Al propio tiempo disfrutaba entre los cristianos de tanto
crédito y estimación que, a pesar de ser hebreo, llegó al puesto de Decano en
la Facultad de Medicina. (42)
Prueba de la eficaz labor de estos
profesionales fue, por ejemplo, la protección y privilegios que les otorgaban,
permitiéndoles abandonar las juderías por la noche, en contra de las ordenanzas
impuestas en Zaragoza. Esto se confirma en las Ordenanzas de Tafalla en época
tan tardía de 1482. (43)
Hay referencias en las obras literarias
sobre la cantidad y el buen hacer de los médicos judíos como hace D. Juan
Manuel en “el Conde Lucanor” Los médicos judíos de villas y ciudades son
tan numerosos que fuera vano el intentar aquí hacer mención de ellos, sin
formar interminable catálogo. Fama especial e hace la apología de la familia
WAQAR en su “Libro de los castigos” (44) (45)
A pesar de la marcada predilección que
mostró para con los judíos Alfonso X, atendiendo a la desconfianza popular,
puso ciertas cortapisas a la actividad farmacológica de los judíos, en su
memorable Código de las Partidas, ordenando en la 7ª lo siguiente: “Otrosí
defendemos que ningunt cristiano non reciba medicinamiento ni purga, que sea
fecha por mano de judío; pero bien puede recibir por consejo de algún judío
sabidor, solamente que sea fecha por mano de cristiano, que conosca et entienda
las cosas que son en ella». Donde se advierte que, a pesar de las prudentes
medidas que legislaba, sin duda con el fin de evitar previsoramente litigios o
denuncias enojosas entre judíos y cristianos, rendía, no obstante, tributo de
justicia a la ciencia de los facultativos judíos, cuyas atribuciones médicas no
mermaba. Téngase en cuenta, dice Millás, que “en general se pretendía aislar a
los judíos en la vida política y social, y sobre todo impedir los conatos de
proselitismo judío”. Hay que constatar que el Código de las Siete partidas no
alcanzó a tener una vigencia práctica hasta mediados del siglo XIV, y que sus
leyes relativas a los judíos, en general, no pasaron de ser letra muerta, y que
el mismo monarca proclama la necesidad de respetar los privilegios que los
judíos recibieron de los reyes anteriores. (46)
Don PEDRO I, que tan decidida adhesión
ostentó hacia los judíos, como atestiguan las dos inscripciones hebraicas de la
Sinagoga del Tránsito en Toledo (hasta corrió el infundio de que fuera judío de
nacimiento), viéndose aquejado de fatales presentimientos dos meses antes de la
tragedia de Montiel, consulta con “su físico, que era grande astrólogo”, sobre
el fin que le esperaba, dejándolo sumido al triste monarca en el más profundo y
negro estupor. (47) ENRIQUE II, a
pesar del anti judaísmo que esgrimió contra su hermano don PEDRO, le imitó
confiando a los judíos no solamente la recaudación de rentas públicas, sino
también admitiendose a otros diferentes cargos. Por tal motivo fue requerido en
las cortes de Burgos para que echase de su palacio y servicio, así como de la
casa de la reina de los infantes, a todos los hebreos, incluso los médicos, sin
permitirles ejercer oficio alguno de la corona. Enojado don ENRIQUE porque
“nunca los otros reyes que fueron en Castilla había sido demandada tal petición
prometía sin embargo que ”aunque anduviese en su casa algunos judíos ni los
pondría en su consejo ni les daría tal poder que podiese venir por ellos daño
alguno” palabras que parece entreverse el propósito de seguir utilizando los
servicios facultativos para él y su familia, de los médicos judíos.
ENRIQUE IV, del que hacen
constar los historiadores “era muy aficionado a los musulmanes, tenía para su
servicio una guardia mora, a la que pagaba espléndidamente, y él mismo comía y
vestía a la usanza mahometana”, no usó sin embargo los servicios de
facultativos musulmanes. Hay constancia en los Archivos de una docena de
médicos suyos de cámara, de ellos cuatro al menos eran judíos. Doña Isabel I y
su esposo Fernando II tuvieron médicos judíos hasta la expulsión. (48)
Al igual que en los otros reinos, los
reyes de Navarra tuvieron mucho aprecio por los médicos judíos, como lo
atestiguan que el rey Carlos III hiciera venir desde Castilla a uno para
atenderle. (49)
También la Iglesia reclamó los servicios
de estos médicos en distintas ciudades y hasta fechas muy tardías del s. XV, a
pesar de su animosidad hacia ellos. Así el Papa Benedicto XIII (el papa Luna)
en la corona de Aragón tuvo como médico a un médico judío. También altos cargos
como el arzobispo de Toledo D. Pedro Tenorio o el arzobispo de Sevilla D. Pedro
Gómez Barroso entre otros. En el monasterio de Las Huelgas (Burgos) por
privilegio real de Alfonso X y de su hijo Sancho IV permitían que médicos
judíos pudiesen ejercer allí su profesión.
También la nobleza utilizaba
sus servicios y en varias ciudades existe documentación que atestigua el
agradecimiento y buen hacer de estos profesionales, así en Toledo, Burgos,
Madrid entre otras muchas. Por último no podemos olvidar a MOSES SEFARDÍ que
fue médico del rey de Inglaterra Enrique I ejerciendo posteriormente por media
Europa, al volver a la Península se convirtió con el nombre de PEDRO ALFONSO y
fue médico de Alfonso I el Batallador. (50)
LA MEDICINA JUDÍA DESPUÉS DE LA EXPULSIÓN DE 1492 (SEFARDIES
CONVERSOS / EXILIADOS)
La medicina judeo-española no fue
eliminada en 1492 (Fig. 18). La profesión médica siguió siendo importante tanto
entre los judeo-conversos en España y en Portugal, como entre los judíos
emigrados de la Península Ibérica. Hasta hoy no existe un estudio amplio y
serio de estos dos grupos. El estudio histórico-sociológico de L. García
Ballester sobre Los moriscos y la medicina, atestigua la
degradación del médico y la medicina moriscos: «Los sanadores moriscos,
desvinculados de sus fuentes originales, reducidos —las más de veces— a unas
condiciones de vida propias del peonaje campesino, sometidos a todo tipo de
presiones sociales, políticas y religiosas, desaparecido el freno de la
enseñanza científica y libre y de la presencia de profesionales científicos, se
convirtieron inevitablemente en curanderos».
Fig. 18. Migración de los
Sefardíes, s. XV.
Los
mé Los Medicos judeo-conversos en cambio, continuaban, generalmente, ejerciendo la
medicina científica, como fue el caso famoso de la familia de Castro.
«Cristianos nuevos» de origen judío han mantenido su educación científica y su
prestigio social, aunque fueron también sometidos a las presiones sociales
(antagonismo con los «cristianos viejos», competición con los médicos de ese
origen, etc.), religiosas (sospechosos durante generaciones de cualquier contacto
con el judaísmo). ¿Cómo se explica este desarrollo en direcciones opuestas de
los médicos moriscos y los judeo-conversos? La documentación sobre los
judeoconversos, como muestra la obra de Carlos Carrete Parrondo, es abundante
en los diversos archivos. Una investigación de este carácter es necesaria y nos
permitiría aprender mucho sobre la sociedad judeo-conversa. Aparte de la
documentación de los archivos, existen también los tratados médicos de los
judeo-conversos. El análisis y la publicación eventual de los manuscritos
pueden arrojar luz sobre la cultura médica y el nivel científico de estos
médicos. Algunos trabajos fueron hechos sobre los judeo-conversos portugueses.
El último, hasta este momento no publicado, fue realizado por Reuben Feingold.
La fuente de ese trabajo es una lista de 70 médicos judeoconversos escapados
del territorio portugués, escrita en el año 1614. Al lado de datos
importantísimos sobre estos médicos y cirujanos —como, por ejemplo, que esta
clase de médicos constituían la mayoría de los que ejercían las profesiones
médicas en la dicha época—, la lista nos ofrece una valiosa información sobre
su educación, genealogía, sus mujeres, sus hijos, lugar de nacimiento, etc.
Curiosamente esta fuente ofrece también descripciones físicas y «psicológicas»
de los citados médicos y sus familias. Así, por ejemplo, nos informa que la
mujer de Gasper López era de cuarenta años de edad, que tenía la cara pálida y
mórbida, la boca tortuosa y sin dientes, la nariz torcida y hablaba de manera
extraña. Es verdad que este tipo de documentación es rara, pero muestra las
posibilidades escondidas en los archivos.
La segunda corriente trata de los médicos judeo-españoles expulsados, su
actividad médica en los países de exilio y su contribución a la ciencia médica
en estos países. Tampoco en este campo la investigación es amplia. Sólo algunos
artículos escritos hasta hoy, que aportan una información insuficiente. Uno de
los aspectos importantes, que la búsqueda puede aportar, es de la herencia
médica que estos médicos judíos llevaban de España a su nueva patria. Estoy
examinando este aspecto a través del estudio de un tratado sobre la
pestilencia. El autor del tratado es Llinás al-Yahüdí ibn Ibraím al-Isbání, y
es dedicado al sultán otomano Bayazid. Es significativo que esta generación de
médicos judíos continuaba escribiendo en lengua árabe, con algunas faltas
gramaticales, pero árabe literario de nivel bastante culto. Se puede concluir
que los autores judíos españoles guardaban la tradición médica árabe, existe
una línea persistente entre Kitáb al-tibb al-qas talt, escrito por un
judío anónimo en los años de transición del siglo XIII al XIV, Guerem ha-maalot,
de Yehosu ha-Lorquí, escrito originalmente en árabe en el principio del siglo
XV, y este tratado de pestilencia, escrito también en árabe, en el siglo XVI.
Además, el autor de este último libro era muy familiar tanto con los autores
clásicos como los autores españoles de la Edad Media, él aporta la tradición
médica española, musulmana, cristiana y judía al imperio otomano.
La visión de la medicina judía española,
que ha presentado, está relacionada con la medicina musulmana y cristiana. La
transmisión de ideas y el corpus médico en la Edad Media, ignoraban las
fronteras políticas, los límites religiosos y los confines culturales. Por
tanto, es imposible tratar la medicina judía y los médicos judíos como un
fenómeno aislado, sino a partir de una visión compleja de relaciones
inter-culturales. (51)
Después de la expulsión de los judíos de
España nos encontramos con afamados médicos judíos emigrados en el norte de
África, Turquía, Grecia (los Balcanes), Francia, Italia y Holanda. La familia
de los Saporta, oriunda de Lérida, se asentó en Arlés y más tarde en
Aviñón y en Montpellier, distinguiéndose Luis Saporta que fue médico de
cabecera de Carlos VIII de Francia. (Fig. 19)
En las postrimerías de la Edad Media hubo
mujeres judías que ejercieron la medicina. De entre ellas fue muy famosa Sara
la Migresse, que vivió y practicó en París en torno a 1292. A este respecto se
ha encontrado en Marsella uno de los documentos de mayor interés; se comprueba
en él que en el año 1326 se concertó un acuerdo entre la médico Sara de Saint
Gilles, viuda de Abraham, y Salvet de Bourgneuf, hijo de David. Sara declara
estar conforme en enseñar el Artem medicine el phisíce a Salvet durante
siete meses, así como en tenerlo en su casa, cuidarlo y vestirlo durante
este periodo de tiempo. Por su parte, Salvet se compromete a renunciar a todos
los honorarios que reciba en este lapso y cederlos a su maestra. Es de suponer
que estos médicos femeninos que ocasionalmente encontramos, habrían aprendido
su oficio mediante su experiencia personal con los enfermos y no por manuales,
que -en la mayoría de los casos- no pudieron haber estudiado. (52)
Las primeras Universidades de Europa
estuvieron bajo el influjo de la Iglesia católica. En el año 1431 el concilio
de Basilea acordó que ningún judío podía recibir un título universitario. No
obstante, encontramos excepciones, y hubo judíos que recibieron títulos
académicos, llegando algunos hasta ocupar cátedras. La bula de Pío IV prohibía
conceder el título de doctor a los judíos. El senado de Venecia fue la
excepción, al promulgar en Padua la libertad de aprendizaje y enseñanza, sin
considerar en absoluto las creencias religiosas. Por este motivo Padua tuvo un
mayor número de estudiantes judíos, no solamente de Italia, sino de todos los
demás estados extranjeros, estudiando allí, entre otros, Yosef del Mendigo,
Tuvia Hakohep, etc. Algunos contribuyeron considerablemente al
progreso de la medicina, entre ellos el “marrano” (7) Amato Lusitano
(1511-1568), que se reintegró posteriormente al judaísmo. Amato estudió en
Salamanca, Lisboa, Amberes ejerciendo como profesor en Ferrara desde 1540 hasta
1547; más tarde pasó a Anona, Ragusa, Salónica. Su vida transcurrió entre
aventuras y persecuciones. Su obra fundamental llamada Centurias (1549),
está compuesta por setecientos casos de historias clínicas y observaciones. En
segundo lugar, está su traducción y comentario del Dioscórides, que, mereció
una dura crítica en la adaptación de Matthioli. Lo más importante en la terapia
de Amato Lusitano son una dieta apropiada y prescripciones higiénicas. Su gran
capacidad de observación, su erudición, así como la lucha que emprendió contra
la superstición, le aseguraron un alto puesto en la historia de la medicina de
su siglo. En Ferrara colaboró con Canano en la descripción de las válvulas
venosas. (53)
Otro gran médico de su época fue SAMUEL
ZACUTO, llamado Diego Rodrigo. Descendiente suyo sería Zacuto Lusitano, nacido
en Lisboa en el año 1577. Fue médico en Salamanca en 1596 emigrando a
Ámsterdam, donde llegó a ser uno de los más famosos críticos de su tiempo.
También escribió una Historia de la Medicina en dos tomos. Sus Operas
Omnia fueron impresas en Lyon en los años 1642-1644, dedicadas a Luis XIII.
Consejos de Zacuto el lusitano:
·
El médico debe ser un hombre religioso
·
Debe ir bien trajeado
·
No ser ni presuntuoso, ni vanidoso
·
Tendrá buen sentido común
·
Será humilde y reconocerá sus errores
·
Que estudie cada caso a fondo, que use pocos pero buenos libros
·
No debe hacer falsas promesas
·
No dará más importancia a una enfermedad que a otra y tampoco exagerar
·
El curar es la misión principal
·
No rehusará el departir con el paciente en amistosa conversación
·
Para el diagnóstico, se atendrá a las normas usuales de la Medicina y la
Naturaleza
·
Ayudará siempre a la Naturaleza, es el factor más importante de la salud
·
Observará la fuerza del paciente, sobre todo su condición cerebral, y se
cuidará el recetar a los jóvenes y a los viejos, pues son organismos débiles, y
sobre todo a los niños.
A estos consejos de Zacuto, Zhalon añadió: que el médico no debe prolongar
innecesariamente sus visitas, ni pasar minuta a los pobres, parientes y amigos.
(54)
Fig. 19 Expulsión judíos a Países Europeos
Entre los pioneros de las Indias
Orientales hubo también médicos judíos. El más famoso de entre ellos fue García da Orta, nacido en Elvas,
Portugal, en el año 1496; estudió en Salamanca, fue profesor en Lisboa y pasó a las
Indias en 1534. Allí hizo investigaciones sobre muchas drogas orientales, escribiendo en
Goa su famosa obra Colloquios dos simples e droga e couzas medicinais
da Indias, aparecida en el año 1563 y que le valió un gran reconocimiento en el mundo
científico. Su cadáver fue exhumado y quemado por la Inquisición doce años
después de su muerte, porque se había averiguado que da Orta era marrano. A
este mismo grupo de pioneros médicos en las Indias Orientales perteneció, entre
otros, Cristóbal de Acosta asimismo marrano de Mozambique, que concluyó la obra de García. En la familia de los Castro hubo varios médicos famosos, de
los que el más importante fue Rodrigo de Castro (1550-1627), autor del libro
de ginecología Universa Muliebrium Medicina (Colonia 1603), que ha tenido muchas
ediciones. Orobio de Castro nacido en Portugal en 1620, estudió en Sevilla. Fue
muy perseguido por la Inquisición, por lo que huyó a Toulouse y posteriormente
a Ámsterdam, donde llegó a ser médico famoso, escritor y jefe de la comunidad
judía. (55)
El médico y poeta Francisco López de Villalobos
fue uno de los primeros descriptores de la sífilis. En año 1498 publicó una memoria sobre la peste bubónica. Rodrigo López fue
internista y anatomista; en 1559 huyó a Inglaterra, donde durante algún tiempo fue médico de cabecera de la reina Isabel.
Fue difamado y en el año 1594 condenado a muerte, inculpado de haber ocasionado la
de la reina. Otras familias de médicos fueron las de los Sánchez y de los Lemos.
Las aportaciones de los judíos a la
medicina de los siglos XVI al XVIII son relativamente escasas, porque les fue prohibido casi por
completo el acceso a las Universidades, estando además perseguidos y oprimidos.
Hubo hombres de gran inteligencia, como David Ascoli, que hicieron un
llamamiento a la conciencia de los humanistas. Recuérdese aquí su Apología
Hebraeorum (Estrasburgo, 1595) y la obra De médico hebreo ennaratio apologetica de David de Pomis
(1588). En torno a 1555, Rodrigo de Fonseca nació marrano en Lisboa; de
allí huyó a causa de su inclinación al judaísmo, llegando a Pisa, donde fue
profesor de medicina desde el año 1615 hasta 1622. Escribió varias obras
médicas entre ellas algunos comentarios a Hipócrates, además de trabajos sobre
la fiebre, enfermedades internas, dietética, cirugía, farmacología, siendo
considerado como uno de los más relevantes observadores y prácticos de la
medicina de su época. Un famoso discípulo del gran maestro Boerhaave fue el marrano
Antonio Ribeira Sánchez nacido en Portugal en el año 1699. Escapó de la Inquisición y llegó
a Leyden, en Holanda. Cuando la zarina Ana Ivanova pidió a Boerhaave que le
recomendara un buen médico de cámara, éste eligió a Sánchez, que ya se
distinguía tanto en la medicina práctica, como en la enseñanza y en la
higiene pública. En el año 1740 Sánchez fue también médico de cámara de Isabel
Petrovna y de Catalina II; sin embargo, cuando se supo que era judío se le
amenazó con la muerte. Tras muchas dificultades logró llegar a París. Fue el
primero que introdujo el sublimado en la terapia de la sífilis.
Juan Rodríguez Pereira, nació en España
en 1715. Era marrano; huyó de la inquisición y se reconoció judío
públicamente. Fue uno de los médicos más apreciados por las personalidades más
famosas de Francia de aquella época.
Desde que tuvo lugar la «emancipación»
de los judíos en los Estados europeos, la participación judía en el gigantesco
esfuerzo a favor del progreso de la cultura y la ciencia es evidente,
especialmente en el terreno de la biología y la medicina. Comparando el número
de judíos con el del resto de los habitantes de otras poblaciones, resulta que
el porcentaje de médicos prácticos y teóricos judíos está muy por encima
del que le correspondería.
La historia de la medicina judía en la Edad Media, refleja la historia de
los sufrimientos, las persecuciones y los forcejeos en pro de la libertad del
pueblo hebreo. En la medida de sus posibilidades, los judíos han contribuido al progreso
de la medicina y de la ciencia en las más arduas condiciones. Mártires
creyentes, no fueron solamente médicos prácticos, sino también teóricos de la
medicina, traductores, editores y organizadores, que casi siempre se
mantuvieron fieles a los principios morales que constituyen la base de la
religión judía. Siempre estuvieron poseídos por un ansia apasionada del saber, y esta cualidad la han
legado a sus descendientes y perdura hasta nuestros días. (56)
NOTAS
(1) Piñero Sáenz A. La presencia de judíos en Hispania antes del siglo X.
en Peláez del Rosal J. Judíos en Córdoba. Córdoba Edit. El Almendro 1985 pp.
13-14
(2) Piñero Sáez Op. cit. pp. 14-16
(3) Piñero Sáez Op. cit. pp. 16
(4) Piñero Sáez Op. cit. pp. 17-23
(5) Piñero Sáez Op. cit. pp. 24-30
(6) Santoni E. El Judaísmo Madrid Edit. El Acento 1997 pp. 18
(7) Marrano es el que marra la fe de Cristo, pues marrar es faltar a un compromiso y es
sinónimo de cobarde y vil, otra etimología ve un sinónimo de cerdo, porque los
judíos no comen la carne de este animal.
(8) Las cifras sobre expulsados y condenados varían mucho según las fuentes
consultadas. Estas son las dadas por Caro Baroja (Los judíos en la España
moderna y contemporánea) y son las más aceptadas por la historiografía
actual.
(9) Santoni E. Op. cit. pp. 20-23
(10) Santoni E. Op. cit. pp. 23
(11) Santoni E. Op. cit. pp. 24
(12) Santoni E. Op. cit. pp. 25
(13)Gonzalo Maeso D. La medicina y los médicos Hispanojudíos en la Edad
Media; Actualidad Médica, Granada 1946, pp. 553-578.
(14)Walter K. Historia de la Medicina Barcelona Edt. Credsa 1966 pp.30-32
(15) Gonzalo Maeso Op.cit pp. 556-557
(16) Gonzalo Maeso
Op.cit pp. 557
(17) Gonzalo Maeso Op.cit pp. 557-558
(18)Walter K Op.cit pp. 30-32
(19) Gonzalo Maeso Op.cit. pp.557
(20) Gonzalo Maeso Op.cit pp.559
(21) Gonzalo Maeso Op.cit pp.558-559
(22) Gonzalo Maeso Op.cit pp.555
(23) Gonzalo Maeso Op.cit pp.560
(24) Cruz Hernández M. “Visión sinóptica de la cultura Islámica” en Laín
Entralgo P. “Historia de la Medicina” Barcelona Edit. Salvat, 1994. pp. 128
(25) Gonzalo Maeso Op.cit pp. 560
(26) Santoni E. Op.cit pp. 22
(27) Cruz Hernández Op.cit pp.127
(28) Peláez del Rosal Hasday ibn Shaprut en la corte de Abderramán III en
Peláez del Rosal J. Judíos en Córdoba. Córdoba Edit. El Almendro 1985 pp. 66-67
(29) Bueno García F. Los judíos de Sefarad Granada Edit. Miguel Sánchez
2009 pp. 43-58
(30) Bueno García Op.cit pp. 57
(31) Maíllo Salgado, F. Los judíos y la ciencia en la
Península Ibérica en el Medievo, Memoria de Sefarad, Toledo,
Centro Cultural San Marcos, 2002
(32) Cruz Hernández Op.cit pp.128-130
(33) Rosner F. The life of Moses Maimonides, a
prominent medieval physician. Einstein Quart J Biol Med 2002; 19: pp.
125-128.
(34) Maíllo Salgado, Op.cit
(35) Santoni E. Op.cit pp.26
(36) Millás Vallicrosa J. M. Historia de los
judíos españoles, Sefarad Año 5, Nº. 2, 1945, pp. 417-440
(37) Gonzalo Maeso 570-571
(38) Gonzalo Maeso Op.cit pp.572
(39) Millas Vallicrosa Op.cit pp. 436-437
(40) Rius Serra J. Aportaciones sobre médicos judíos
en Aragón en la primera mitad del siglo XIV, Año 12, Nº. 2, 1952, págs. 337-350
(41) Cardoner Planas A. El médico judío Selomo Caravida y algunos aspectos
de la medicina de su época Año 3, Nº. 2, 1943, pp. 377-392
(42) Gonzalo Maeso Op.cit pp.573
(43) Cardoner Planas, Op.cit pp. 357-368
(44) Millás Vallicrosa, Op.cit pp. 432-33
(45) Cruz Hernández Op.cit pp.130
(47) Gonzalo Maeso Op.cit pp.571-572
(48) Santoni E. Op.cit pp.17
(49) Rapoport J. Los médicos judíos y su actividad en el Reino de Navarra
1349-1415, Príncipe de Viana Edit. Gobierno de Navarra 2003 pp. 333-351
(50) Santoni E. Op.cit pp.18
(51) BARKAI RON Perspectivas para la historia de la medicina judía
española. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H. Medieval, t. 6, 1993, pp.
475-492
(52) Cruz Hernández Op.cit pp.130
(53) Cruz Hernández Op.cit pp.131
(54) Gonzalo Maeso Op.cit pp.566
(55) Cruz Hernández Op.cit pp.132
(56) Cruz Hernández Op.cit pp.133
BIBLIOGRAFÍA
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Judíos españoles de la Edad de Oro (siglos XI-XII) Madrid Edit. Fundación
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Selomo Caravida y algunos aspectos de la medicina de su época Sefarad, Año
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Córdoba. Córdoba Edit. El Almendro 1985
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-VV.AA. La Medicina en
Al-Ándalu, Granada Ediy. Junta de Andalucía Consejeria de Cultura 1999.
-Walter K. Historia de
la Medicina Barcelona Edit. Credsa 1966
ANEXO I
Ejemplo de algunos reyes
que tuvieron médicos judíos
CORONA DE ARAGÓN
D. Jaime I el
Conquistador (1201-1276) R. DAVID, R.
SALOMÓN - R. BACHEI
Rabino
YUSEF BEN TREVÍ
YUSEFO
AIMEREDI – ABRAHIM
Pedro III (1276-1285) SAMUEL
ABEN MASSE, Alfonso
III(1285-1291) y de JAIME II SALOMÓN
ABEN JACOB - SALOMÓ ABEN FORNA.
Jaime II (1291-1327) JAHUDA
BONSENY -
Pedro IV (1336-1387) D. MENAJEM - YOSEF
ABENARDUC - MOSÉ ABENARDUC.
D. Juan I (1387-1396) SULLAM
CARAVIDA
Fernando I (1412-1416) y Alfonso V (1416-1438) Rabino YUSEF
D. Juan II (1458-1479) ABI
ATAR lBN CRESCAS
CORONA DE CASTILLA
Alfonso VI (1065-1109) ISAAC IBN SHALID - JOSEF
IBN FERRUSEL
Dña. URRACA (1109-1126) Rabino D. CIDELO – D. RUY CAPÓN
Alfonso VIII (1158-1214) SULAYMAN BEN NAHMlX
Fernando III (1217-1252) ABU-L-HASIS YUSEF
BEN ABL-ISHAQ BEN NAHMIX- SESET
BENBENISTI - ALFAJAR (nasi)
Alfonso X (1252-1284) D. MAYR, y JUDAH BEN
MOSES HA-KOMEN
D. Sancho IV (1284-1126) D. ABRAHEM, hermano de D.
CAG
Alfonso XI (1312-1350) ROFE y Don ABRAHAM
WAQAR
D. Pedro I (1350-1369) D. ABRAHAM IBN ZARZAL
Enrique III (1390-1406) D. MEIR ALGUADES - D. MOSEN ABEN ZARZAL
Enrique IV (1454-1474) R.
SAMAYA LUBEL, su hijo R. ABRAHAM – R.
MOSÉN DE VILLALPANDO y R. JACOB ABEN NUÑEZ
Fernando II de Aragón
(1479-1516) a DAVID
ABENSAY y su esposa
Dña. Isabel I de
Castilla (1474-1504) Rabi SALOMON
BAYTON
CORONA DE NAVARRA
Carlos III (1387-1425) ISAAC - JUCAF ABOACAR - D. JUCEF,
D.
MOSSEH ABEN-SAMUEL, D. JUCEF ABEN-TREVI, D. ABRAHEM y D. CAG ABEN-ABRAHEM,
quienes sucesivamente ejercen en CASTILLA, NAVARRA Y ARAGÓN
LA IGLESIA
El Papa Benedicto XIII (el Papa Luna) JOSEPH
BEN JOSUA (JERÓNIMO DE LA SANTA FE al convertirse)
El Arzobispo de Toledo D. Pedro Tenorio y el obispo de Pamplona Maese MIGUEL
El Arzobispo de Sevilla D. Pedro Gómez Barroso MOSES BEN SAMUEL DE ROQUEMOURE (JUAN DE AVIÑON al convertirse)
CIUDADES
Burgos SAMUE
Toledo NATHAN BEN
JOEL FALAQUERA
NOBLEZA
Conde de PRADES JOSÉ
CAVALLER
El Duque de Alburquerque
Rabino SAMUEL (maese FABRICIO al
convertirse)